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Martin Pallares | Batalla perdida para Noboa, a no ser que...

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No hay estrategia ni estratega que sea capaz de voltear la indignación en la opinión pública por todo lo que ha ocurrido

La única comunicación política que funciona de verdad es la ética pública. Es muy sencilla, y para ejercerla no se necesita de maestrías en Compol (así la llaman sus evangelistas que se pasan de ‘cool’) ni asistir a congresos en Cancún donde se reúnen los gurús. No, para tener una comunicación política que funcione solo hay que seguir al pie de la letra una receta que cabe en apenas una oración: no usar el poder del Estado para beneficiar intereses privados. Eso es todo, ni más ni menos.

El que entiende qué es la ética pública, por ejemplo, no espera a tener el poder para presionar a los tribunales de justicia para que fallen a su favor en un juicio que tiene en contra de un banco o en contra de un medio de comunicación donde hay un columnista que lo criticó. Tampoco se apalanca en su poder para que jueces y fiscales se ensañen con la empresa del exsuegro al que no soporta, ni para que las autoridades de su Ministerio del Ambiente extiendan licencias ambientales para que su esposa lucre de un proyecto inmobiliario.

Es precisamente por todo esto que el gobierno de Daniel Noboa va a fracasar en la guerra comunicacional por el escándalo de Olón. No hay estrategia ni estratega que sea capaz de voltear la indignación en la opinión pública, por todo lo que ha ocurrido en este caso. En esta lucha por congraciarse con la opinión pública, Noboa va a perder. Y va a perder precisamente porque todo el enfoque de su defensa está en esa versión de la comunicación política que se centra en los gestos y no en lo verdaderamente fundamental, que es ejercer la ética pública. No importará cuántas pruebas muestren de que los algarrobos talados en Olón no son nativos ni cuántos permisos ambientales otorgaron correístas, que esta batalla Noboa la tiene perdida. Es precisamente por eso que a estas alturas cualquier cosa que haga para recuperar su buena imagen va a provocar suspicacias. ¿Quién no pensó que la decisión de Noboa de comenzar a desalojar los equipos petroleros del Yasuní fue un gesto para congraciarse con la juventud ambientalista?

Si Noboa quiere ganar o al menos empatar esta batalla deberá salir a decir públicamente que renuncia al proyecto en Olón y a pedir disculpas públicas. ¡Ah!, y a escribir miles de planas que digan: No usar el poder del Estado para beneficiar intereses privados.