Martín Pallares | Chats: operativo político tres en uno
Se trata de un gran operativo político y de revanchas personales que apuntan a al menos tres objetivos
Más allá de la cuestionable legitimidad de los chats del ‘teléfono de Fernando Villavicencio’ y de su muy posible ilegal extracción, hay efectos que no se pueden ignorar. Sea cual haya sido la motivación para que el correísmo y el portal de contenido digital La Posta se hayan embarcado en esta empresa, no es muy difícil darse cuenta de qué hay detrás de todo. Se trata de un gran operativo político y de revanchas personales que apuntan a al menos tres objetivos. Primero está la fiscal Diana Salazar. El propósito es acabar con su prestigio y legitimidad. Esto es de enorme utilidad para el correísmo que necesita poner en cuestionamiento los casos que Salazar llevó en contra de sus más importantes cuadros, especialmente Rafael Correa. Uno de los problemas que no ha podido superar el correísmo y que ha impedido que se la enjuicie política a Salazar es, precisamente, su prestigio. Con los chats no solo pretenden embarrarla de lodo sino presentar argumentos para un nuevo intento de juicio político. En sus cabezas también debe anidar el proyecto de anular los casos que ella llevó adelante como Sobornos.
Luego está la necesidad de acabar con el prestigio del asesinado Fernando Villavicencio. Aquí, otra vez, entra el correísmo. La imagen de mártir y adversario invencible que tiene Villavicencio para el correísmo es algo que -para ellos- se debe eliminar si quieren recuperar el poder. Villavicencio es aún el gran cuco de los hijos de la Revolución Ciudadana. Hay que ver el terror que producía entre sus asambleístas cuando Villavicencio pedía la palabra en la Asamblea: no podían evitar el ruido de las sillas, agitadas por las posaderas en pánico de los de la Revolución Ciudadana. No hay para el correísmo mayor y más deliciosa ‘vendetta’ que la de sembrar dudas sobre Villavicencio.
Y están las urgencias de la narcopolítica. Para los planes de este sector es indispensable que los casos Metástasis y Purga desaparezcan del imaginario social del país. ¿Qué mejor entonces que echar boñiga a quienes estuvieron tras esos casos y a los que alertaron al país sobre la irrupción del fenómeno? Los narcopolíticos deben pensar que con este escándalo y con cierto aceite a jueces y fiscales se podrían traspapelar los procesos judiciales que están corriendo por estos dos escándalos.
Beneficiarios del escándalo, entonces, hay muchos. Y por eso los rostros orgasmados de los que están detrás de él.