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Martin Pallares: El gran jefe Toro Sentado se queda sin lacayos

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...por primera vez uno de los más importantes miembros de la Revolución Ciudadana se atrevía a desautorizar a su mentor

Lo que ocurrió con Pabel Muñoz la noche de la proclamación de resultados electorales y el día siguiente pasará a convertirse en un antes y un después en la historia moderna de la política ecuatoriana. Primera escena, en la tarima la noche del domingo: el alcalde de Quito aparece aplaudiendo y tocándose el pecho en señal de emoción mientras la candidata perdedora a la presidencia dice que hubo fraude y que los resultados están amañados. Segunda escena, en Radio Quito el lunes por la mañana: el mismo personaje afirmando que nunca supo que la candidata iba a decir lo que dijo y que, por el contrario, reconocía el triunfo de Daniel Noboa

La suma de estas dos escenas es de especial relevancia: por primera vez uno de los más importantes miembros del politburó de la Revolución Ciudadana se atrevía a desautorizar a su mentor y caudillo, Rafael Correa. Una desautorización que no fue únicamente suya sino de las cuatro autoridades regionales del país, todos correístas miembros de la más altar jerarquía. 

Los alcaldes de Quito y Guayaquil y las prefectas de Guayas y Pichincha decidieron reconocer el triunfo de Noboa, yéndose en contra de lo que había dicho el gran jefe Toro Sentado. Para entender la relevancia de lo ocurrido hay que volver al caso particular de Muñoz. 

Si hasta antes de la debacle electoral a este personaje le hubiera pasado lo del domingo por la noche, seguramente no lo hubiera contado al día siguiente. ¿Desautorizar al jefe y a su candidata revelando que no sabía lo que esta iba a decir en la tarima? Imposible, Muñoz se hubiera tragado la indignación de tener que respaldar algo que no se le había consultado y todo hubiera seguido igual, como siempre. 

Pero no, la debacle del domingo hizo imposible que aquellos líderes del correísmo que han entregado todo su capital político a favor de la agenda del prófugo sigan aguantando. Esta serie de desautorizaciones al jefe máximo rompe con una lógica que ha estado presente en la conducción de la Revolución Ciudadana y plantea la posibilidad de que la forma en la que ha ejercido la actividad política cambie radicalmente. Existen otros liderazgos en el correísmo que preferirán, de hoy en adelante, priorizar sus aspiraciones políticas a las de Correa.

El prófugo se está quedando sin tener a quien ordenar y eso debe ser muy doloroso para él.