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Martin Pallares | Guarderas: el portero del nobocorreísmo

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...decidió echar al tacho de la basura su capital político...

El principal y más importante punto en la agenda de los dos mayores actores de la política ecuatoriana es la toma de la justicia. Así de patético y deprimente. Pocas veces se ha visto en la historia reciente del país un operativo más agresivo, más persistente y apasionado que el que se escenificó el miércoles 10 de julio para poner a la cabeza del Consejo Judicatura a Mario Godoy, una ficha del plan que tienen Rafael Correa y Daniel Noboa para tener bajo su control el organismo que nombrará a los nuevos jueces de la Corte Nacional de Justicia. ‘Sin jueces amigos, no hay paraíso’ podría llamarse la serie que retrate al “nuevo Ecuador”. Si la tenacidad del miércoles alguna vez se invirtiera en lograr un acuerdo nacional para acabar con la desnutrición infantil, en concretar el sueño de una autopista entre Guayaquil y Quito o en pulverizar las vacunas criminales que exprimen a los pobres, el país sería otra cosa. Pero no, lo que realmente importa es tener jueces de bolsillo.

En esa hipotética serie de TV estuvo el rol secundario pero decisivo del consejero Juan Esteban Guarderas, que había llegado al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, CPCCS, con la imagen del político joven, fresco y libre de vínculos mafiosos. Pero Guarderas decidió echar al tacho de la basura su capital político y convertirse en el personaje que dejó las puertas abiertas para que el correísmo y el Gobierno den otro paso para tomarse la justicia. Confiado en que nadie iba a pillar su jugada, no votó por el pedido de reconsideración para la votación a favor de Godoy: ahí solo se necesitan tres votos y esos votos el correísmo ya los tenía. Cuando se necesitaban cinco votos para aprobar la reconsideración de la votación, ahí sí estuvo el suyo porque esta vez era indispensable: no había los cinco votos que exige la ley. Y cuando se votó finalmente por Godoy, ya no lo hizo porque su voluntad ya era irrelevante: solo se necesitaban cuatro votos. Una jugada que él se la imaginó como el camino perfecto para salvar su imagen de virginidad política.

Guarderas lanzó esa triste señal que tanto inhibe a las personas decentes que alguna vez piensan en involucrarse en los temas públicos. Mientras aparezcan episodios como el suyo, nadie va a dar la batalla a aquellos cuya única prioridad política es secuestrar la justicia.