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Martin Pallares: Sacha: cómo decir reculo sin decirlo

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La maniobra anunciada por Noboa significa lastimarse lo menos posible con el tema de Sacha

Porque sabe que no podrá cumplir, Daniel Noboa le puso a la empresa Sinopetrol el plazo de este martes 11 de marzo para entregar 1.500 millones de dólares, como condición “sine qua non” para la concesión del campo Sacha. La fórmula parece ser la mejor salida o quizá más bien la única para librarse del entuerto que iba en camino de convertirse en una pesadilla electoral para la reelección: ¿se imaginan el tema de la concesión de Sacha plenamente activado para cuando llegue el debate Noboa y Luisa González? La maniobra anunciada por Noboa significa lastimarse lo menos posible con el tema de Sacha. El escándalo por una concesión opaca, hecha sin licitación y con un consorcio chino-canadiense que incluye a empresas de pasado inconfesable, justo cuando apenas falta algo menos de un mes de las elecciones, iba a ser un petardo para la reelección. Desde la perspectiva de Noboa, hacer que el contrato fracase no porque él haya retrocedido ante las críticas sino porque la empresa no cumplió con la condición de poner el dinero por delante, es quitarles a sus adversarios una potente arma electoral. Lo de la condición incumplible tiene otra virtud para Noboa: aparece como si no les hubiera dado la razón a todas las observaciones y críticas que se han hecho al contrato.

La verdad es que la entrega de ese campo petrolero, tal como aparecía, era impresentable independientemente de que hubiera sido bueno para el país. Hacerlo público entre gallos y medianoche al inicio de un feriado, con el agravante de que todo se hizo sin licitación ni concurso (esto es legal, aunque no imprescindible) cuando faltan apenas meses para el fin del mandato lucía como una agresión a la sensibilidad colectiva y despertaba las más cochinas sospechas. Además, hacerlo, con la empresa Sinopec, que había sido eliminada de la licitación abierta por Lenín Moreno en 2019 para el mismo campo es muy sospechoso, aún más si se considera que una empresa estadounidense había ganado ese proceso y gozaba del derecho preferencia para ser la adjudicataria: algo que seguramente hubiera emplumado al de por sí ya emplumado Donald Trump.

Lo cierto es que aun admitiendo que la jugada del candidato Noboa es la mejor o única para salir del atolladero en el que estaba metido, gran parte del daño que se hizo Noboa a sí mismo ya es irreversible.