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Tramposos, mentirosos y candidatos

Avatar del Martin Pallares

Más allá de ganar las elecciones, normalizan en la sociedad la destrucción de la legalidad y la ética

Tramposos, sabidos, abusivos, mentirosos… Así son y lo son sin vergüenza muchos de los que ahora aspiran a manejar el Estado. Ejercen de tal forma la trampa y la mentira, la viveza y el abuso que más allá de ganar las elecciones, normalizan en la sociedad la destrucción de la legalidad y la ética.

Está, por ejemplo, el candidato a vicepresidente Andrés Arauz. Cuando se enteró de que una periodista estaba investigando la truculenta historia del lujoso vehículo que utiliza para su campaña, procedió a retirarle las placas. No pensó en cambiar de carro ni pedir una investigación de los antecedentes de un vehículo que resulta que tiene la sospechosísima historia de más de 12 compraventas con precios que oscilan entre los 60 mil y los 6 mil dólares, sino que decidió dejarlo sin placas.

Más retorcido es el caso de Arauz si se considera que no es la primera vez que actúa como avivato. En la anterior campaña andaba montado en un carro de alta gama que había sido de una empresa involucrada en el robo de los fondos de pensiones de la Policía y cuando aceptó ser ministro de Cultura, en las últimas horas del gobierno de Rafael Correa, fue exclusivamente para firmar un contrato para la promoción del festival de teatro de Loja, que nadie había querido firmarlo porque era chueco.

También está el caso del candidato a la Presidencia, Jan Topic, que instaló por sí y ante sí una antena inhibidora de señal para telefonía móvil cerca a la Penitenciaría del Litoral. Aunque todos puedan estar de acuerdo con que ese lugar no debe tener señal para celulares, lo que hizo el candidato fue simple y llanamente ilegal: no tenía autorización del Conatel, como exige la ley, y con lo hecho sienta el precedente para que cualquier hijo de vecina haga en algún otro momento lo mismo. Independientemente de si durante los 30 minutos de inhibición los presos siguieron usando sus cuentas de Tik Tok, lo hecho fue una clara muestra de abuso e ilegalidad que ni siquiera mereció una protesta de las autoridades.

Nadie tiene tanto poder para normalizar la destrucción del imperio de la ley como aquellos que aseguran ser los mejores para dirigir un país. Y eso está ocurriendo.