El Yasuní y la farsa de los ambientalistas
Lo que nunca hacen es mencionar la posibilidad de dejar de incentivar el consumo de los combustibles fósiles. Es más, se cuidan de no hacerlo
Una mayoría de los ambientalistas que militan a favor del SÍ en el tema de Yasuní, incluido uno de los candidatos presidenciales, son unos farsantes: sostienen que no hay que explotar el petróleo que está bajo esa extraordinaria reserva de biodiversidad, pero no están dispuestos a que se eliminen los subsidios a los combustibles fósiles, por los que el Estado paga tres o cuatro veces más de lo que recibe por la explotación de ese crudo. Estos ambientalistas hacen bellezas para posicionar la idea de que no es cierta la cifra de $ 1.200 millones al año de ingresos (algo en lo que se podría creer si en Ecuador hubiera datos confiables) y se esmeran en enumerar fuentes alternativas para reemplazar dichos recursos. Lo que nunca hacen es mencionar la posibilidad de dejar de incentivar el consumo de combustibles fósiles. Es más, se cuidan de no hacerlo.
No hay duda en que despetrolizar la economía y el ambiente es una de las más bellas y encomiables ideas que puede animar a cualquier sociedad. La riqueza petrolera manejada por los políticos es un factor que distorsiona la política al convertir al Estado en un botín de donde reparten los recursos pensando en sus clientelas electorales y en los bolsillos de sus amigos. Casi todo lo que está mal en la democracia ecuatoriana se origina en la cochina repartición petrolera.
Produce grima ver a ambientalistas en entrevistas y foros haciendo inteligentísimas listas de las fuentes alternativas con las que se puede reemplazar los ingresos por la explotación en el Yasuní, sin hacer la más mínima mención a los subsidios. Unos hablan de medicinas que pueden hacerse con la riqueza de la biodiversidad, otros sobre bonos que los países ricos se lanzarán a comprar para que el Ecuador mantenga la selva y hasta describen planes con los que el país se convertirá en potencia mundial del turismo de un día para el otro. Los más políticos proponen cobrar más impuestos y hasta estatizar las telefónicas. Ni todas estas juntas se equiparan con el gasto en los subsidios. Solo en 2022 Ecuador gastó $ 4.450 millones en subsidios. ¿Qué porcentaje fue cortesía estatal para que los niños ecuatorianos tengan plomo en su sangre? Si estos colectivos que se dicen ambientalistas tuvieran la coherencia de plantear un acuerdo según el cual se acepta el fin de los subsidios a cambio de que no se explote el Yasuní, no faltarían motivos para votar entusiastamente por el SÍ. Pero así, imposible.