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Mauricio Velandia | Corrupción sin consecuencia social

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En China el concepto de ‘cara’ es fundamental es las relaciones sociales; representa el respeto y la reputación...

A finales de septiembre, Damian Williams, el principal fiscal federal del distrito sur de Nueva York, acusó a Eric Adams, alcalde de esa ciudad, de fraude electrónico, soborno y recepción de contribuciones ilegales a su campaña de parte de ciudadanos extranjeros. La acusación señala a Adams de haber aceptado vuelos en clase ‘business’ y estancias en hoteles de lujo de ricos empresarios turcos sin revelarlos, como exige la ley. Posteriormente, al parecer, devolvió los favores en 2021 presionando al cuerpo de bomberos de Nueva York para que solucionara un problema de inspección de edificios del consulado turco local. La acusación involucra cifras de bastantes ceros en dólares en regalos no revelados. Los investigadores confiscaron los teléfonos móviles de muchos de sus asesores más cercanos, entre ellos dos vicealcaldes. Sus comisarios de policía y de salud, el rector de escuelas y el asesor jurídico han renunciado. Toda una cacería se le vino encima al alcalde.

En otro lado de la tierra, al exministro de Transporte de Singapur, S. Iswaran, se lo condenó esta semana a un año de cárcel por delitos de corrupción vinculados con la realización del Premio de la Fórmula Uno en esa isla. El exministro se declaró culpable de recibir regalos de alto valor, incluyendo el encargado de llevar a la isla la Fórmula Uno. En la sentencia se destacó la poca credibilidad a su arrepentimiento. Entre los regalos que el exministro aceptó se incluyen entradas para el teatro, partidos de fútbol, así como botellas de whisky, vuelos internacionales y estancias en hoteles.

La corrupción es el abuso de poder o autoridad para obtener beneficios privados o ventajas indebidas. Implica actos como sobornos, malversación de fondos, fraude, extorsión y tráfico de influencias. La corrupción se presenta en funcionarios públicos y en empresas privadas o instituciones académicas. Daña la competencia en cualquier mercado relevante.

En sociedades como China y Japón, la corrupción no solo tiene implicaciones legales y económicas, sino también repercusiones. En China el concepto de ‘cara’ es fundamental en las relaciones sociales; representa el respeto y la reputación de una persona, y perder esa reputación es motivo de gran vergüenza, no solo para el individuo sino también para su familia, dado que el núcleo entero puede enfrentar un ostracismo social, arruinando la reputación de todo su grupo por generaciones. En Japón existe una concepción similar, que deviene del código ético del ‘bushido’, en el que la vergüenza pública es una mancha profunda en el honor personal y familiar, la cual debe ser restaurada al extremo de que en el pasado conllevaba al suicidio y al día de hoy, asumiendo total responsabilidad del comportamiento, renunciando a sus cargos, ofreciendo disculpas públicas y en algunas ocasiones, conservando el escritorio de trabajo, pero contra la pared, dando la espalda a todos.

En Occidente las repercusiones sociales de la corrupción no existen. Hay una tolerancia social hacia ella que permea a nuevos políticos desde su inicio. Las cargos, a veces, son vistos como un negocio y no como un servicio. Aclaro que la corrupción no es exclusiva de Latinoamérica ni de sociedades no educadas, como lo vimos con los casos puestos de ejemplo. La estructura jerárquica nuestra, desde épocas de la colonia nos enseñó una cara del poder y del clientelismo, donde la corrupción es fomentada como medio para controlar y repartir los recursos existentes. Una oportunidad.

La defensa del corrupto siempre estará basada en alegaciones de ignorancia sobre lo que sus ayudantes estaban haciendo en su nombre y que ellos no sabían.