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Mauricio Velandia: Sátira controlada o descontrolada

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Sin embargo, la sátira, puede poner en riesgo ciertos derechos y valores cuando se usa sin límites éticos

Por estos días se conmemoró el aniversario del atentado al periódico francés Charlie Hebdo, en el que fueron asesinadas 12 personas, incluidos caricaturistas, periodistas y un policía que custodiaba el lugar (7 de enero de 2015). El ataque fue reivindicado por Al-Qaeda en respuesta a unas caricaturas que se burlaban de Mahoma incluidas en ediciones del periódico. Desde allí la sátira ha estado expuesta a debate y crítica.

La sátira es un recurso literario, artístico y discursivo que utiliza el humor, la ironía, la exageración o el ridículo para criticar o poner en evidencia defectos, absurdos o problemas de una persona, institución o sociedad. Su propósito está entre la provocación, el entretenimiento o reflexiones profundas y el impulso al cambio social, bajo un componente crítico. Se recurre a la exageración para resaltar defectos o errores de lo que se está satirizando. El humor hace parte de su esencia.

En Grecia y Roma se convirtió en una herramienta. Comedias de Aristófanes (siglo V a. C.) se burlan de líderes y filósofos cuestionando criticando la guerra, la corrupción y la incompetencia política. El poeta romano Juvenal utilizó la sátira escribiendo sobre los excesos de los gobernantes, las desigualdades sociales y criticó cómo los líderes distraían al pueblo con entretenimiento y comida para evitar cuestionamientos políticos. Más adelante, en Los viajes de Gulliver la sátira se usó para criticar la corrupción, el imperialismo y la desigualdad en el Reino Unido e Irlanda. Voltaire criticó la política, la religión y la sociedad con ironía y agudeza. Todos críticos del ‘statu quo’.

Sin embargo, la sátira puede poner en riesgo ciertos derechos y valores cuando se usa sin límites éticos. Esto genera una tensión entre los derechos a la libertad de expresión y otros derechos como la dignidad, la honra, la privacidad e incluso la seguridad. Por ello el derecho a la libertad de expresión no es absoluto, ni en la sátira. Se encuentra limitado por el respeto a otros derechos.

El caso de Charlie Hebdo es uno de los episodios más emblemáticos de la historia reciente que ilustra la relación compleja entre la sátira, la libertad de expresión y los derechos religiosos. Este incidente provocó un debate global sobre los límites de la sátira, la libertad de prensa y el respeto a las sensibilidades culturales y religiosas, que hoy, producto de la conmemoración del magnicidio, revive en las latitudes occidentales.

La revista Charlie Hebdo continuó publicando y manteniendo su estilo provocador, aunque con estrictas medidas de seguridad. Desde esta columna se apoya al periódico Charlie Hebdo. Sin embargo es necesario equilibrar la sátira con el respeto a las sensibilidades religiosas y culturales. Algunos sectores critican a la revista por considerar que sus caricaturas pueden ser ofensivas. Escritores estadounidenses y europeos se han pronunciado sobre ese límite, lo cual refleja una tendencia generalizada en Occidente de creciente intolerancia a la ofensa.

Hablando de la libertad de expresión, no olvidar que esta semana el dueño de Meta movió su ajedrez en pro de la libertad de expresión en su red, para no alejarse de Trump y no darle ventaja a Musk. Y por otro lado se tiene noticia de que un caricaturista renunció al Washington Post después de que el periódico rechazara la representación de su propietario, Jeff Bezos, y otros jefes, arrodillados ante una estatua de Donald Trump.

La libertad de expresión es un concepto dinámico de acuerdo a los intereses en juego. Vienen las elecciones y con ellas la sátira sin control.