Ecuador, inflación de 3,5 % - Argentina, inflación del 83 %

Vi gente elegante pero con ropa y atavíos en los que ya se ven y se sienten los pasos de los años. Escuché la queja permanente de sus habitantes. Sentí que mis dólares rendían una barbaridad...’.
Tengo 53 años. Ha pasado tiempo desde que era chico, pero me siento con la información suficiente para hablar tranquilamente con un nativo digital de temas del siglo XXI.
Sé qué es realidad aumentada (AR) y realidad virtual (VR), pilares de la construcción del metaverso (Meta, Xirang o Desentraland) o del omniverso (Nvidia). Sé qué es un “avatar” y entiendo acerca de la discusión actual si es él un sujeto de derechos y obligaciones o si puede subsistir bajo algoritmos así muera su creador, y ya entiendo de criptomonedas (Solana, Ethereum y Bitcoin) o de Binance (Billetera virtual). Además, me encanta Fortnite de Epic Games.
Pero lo que no he podido lograr entender es la noticia de que Argentina cuente con una inflación acumulada en este año del 83 %.
Recuerdo que de chico miraba casi con idolatría todo lo que fuera argentino. Jugadores de fútbol como Gatti (Boca) o Kempes (River). Desconocía quién era Videla, pero sí soñaba con ver la final del 78 entre Argentina y Holanda (hoy llamada Países Bajos). Leía a Borges con Ficciones. Asimismo, disfrutaba el Libertango de Piazzolla o Muchacha ojos de papel del flaco Spinetta. Todos queríamos ser Tinelli. Pasaba saliva por los alfajores.
En algún momento llegó la hora de visitar a Argentina. Fui por primera vez a los 35 años, Invitado como expositor en un asunto de Derecho. Alisté en casa la mejor ropa posible pues leí que en Argentina se presentaba gente divinamente vestida por aquello de los inmigrantes italianos. No me fue mal. Entendí que eran de carne y hueso y que mis crespos y pinta andina pegaban bien.
He tenido la oportunidad de ir a Argentina tres veces más y vuelvo con mi hija en este diciembre en compañía de mis padres, quienes sueñan con ver Iguazú y bailar tango en algún sitio de la Avenida Corrientes, la cual describe Fito en sus canciones escritas al lado del camino mientras todo pasa. Espero poder tener la fortuna de hablarle a mi hija del gran Cerati, o de Mercedes, de los Chalchaleros o de Sandro -quien con sabiduría cantaba “… y al final, la vida sigue igual …”-.
Pero, en julio de 2022 fui a Buenos Aires. Era obligatorio ir al Ateneo de nuevo. Ver libros y no dejar de comprar películas del gran Ricardo Darín. Ahora muy nombrado por la película Argentina 1985. Sentí la presencia de Don Diego, el 10 de todos. La Casa Rosada, cerca a Puerto Madero, me llevó a ver esa gran arquitectura europea de Buenos Aires, que deja impactado a cualquier observador, donde se cobijaron las grandes peleas de Carlitos Monzón. En ese último viaje conocí el dólar Blue. Vi gente elegante pero con ropa y atavíos en los que ya se ven y se sienten los pasos de los años. Escuché la queja permanente de sus habitantes. Sentí que mis dólares rendían una barbaridad al cambiarlos por fajos de billetes argentinos. Tienen educación y salud gratuita. Veo hoy en los periódicos que su inflación acumulada es del 83 %. No entiendo qué pasó, pero es como la caída del imperio romano.
Ecuador tiene 3,5 % de inflación acumulada en el año. Siento quejosos a los ecuatorianos. Creo que pueden ser más matemáticos y sumar. La matemática actual no miente.
Otra cosa: recomiendo la música de Vieux FarkaTouré.