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Medardo Mora: Alegrías y tristezas humanas

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Estas situaciones opuestas enseñan a conocer el lado bueno de la vida, a distinguir lo que realmente vale de lo que no

La vida tiene contrastes, la moneda tiene dos caras, es la enseñanza bíblica. El bien y el mal existen, la bondad tiene como contraparte la maldad; hay amor y odio, claridad y oscuridad, hay momentos de alegría y de tristeza. Estas situaciones opuestas enseñan a conocer el lado bueno de la vida, a distinguir lo que realmente vale de lo que no tiene valor.

El mundo ha observado en los últimos días dos acontecimientos que han alegrado y han entristecido a la humanidad.

De un lado los XXXIII Juegos Olímpicos que tuvieron como sede la ciudad luz, París, la que alumbró la más grande transformación en la historia de la humanidad con su revolución de fines del siglo XVIII y su trilogía de preceptos: libertad, igualdad, fraternidad, para sepultar abusos y privilegios de gobiernos totalitarios y proclamar la vigencia de los derechos humanos. Para este evento deportivo la ciudad vistió sus mejores galas, escogió como escenario inaugural el imponente río Sena, escoltado en sus orillas por su ancestral e insuperable arquitectura y sus icónicos monumentos, como el Arco del Triunfo, la Torre Eiffel, el Trocadero, el Museo de Louvre, la catedral de Notre Dame, a lo que acompañaron muestras de su arte, su cultura, su música, su danza, el buen vestir como testimonio de sus afamadas tiendas. Los invitados de honor a este cónclave mundial fueron la paz, la solidaridad, la armonía y sana competencia. Se premió el esfuerzo, el sacrificio, los merecimientos, aceptar que en la vida se puede perder o ganar. Este evento alegró a quienes lo observaron.

La otra cara de la moneda la exhibió Venezuela, donde un grupo sin ética y escrúpulos se aferra al poder y le niega a sus ciudadanos el derecho a escoger libremente sus gobernantes, desatando una inhumana persecución, encarcelando y torturando a quienes protestan por sus abusos; reprimen a un pueblo al que han empobrecido, provocando la más grande migración que conoce América Latina. Esa actitud, por inhumana, entristece y merece el reproche de quienes la observan.

No hay términos medios, hay que escoger lo que está bien y rechazar lo que está mal.