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Medardo Mora: Honestidad, patriotismo, formación

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Quien aspira gobernar un país debe tener un sólido conocimiento de lo que significa un Estado

El Ecuador sufre un progresivo deterioro de las condiciones de vida de su población, la dirigencia política lo ha defraudado de manera sucesiva. Se acercan nuevas elecciones y es impostergable que la ciudadanía reflexione bien al elegir el nuevo gobernante. No se puede improvisar, los complejos problemas que tiene el país exigen un presidente que posea una probada honestidad, formación y patriotismo.

Se ha votado últimamente por un cambio, por algo ‘nuevo’, por gobernantes sin una consistente formación política. Quien aspira gobernar un país debe tener un sólido conocimiento de lo que significa un Estado y de la sociedad que lo constituye, antecedentes de servicio a la sociedad que le generen confianza ciudadana y le posibiliten diálogos abiertos con los diversos sectores y actores sociales, vivencias sobre la heterogénea realidad en la que desenvuelven sus actividades estos sectores, la interrelación entre ellos, sus aspiraciones, sus conflictos de intereses, qué los une o separa, tener experiencias del funcionamiento de la administración pública en la que cada funcionario se cree dueño de su pequeño espacio de poder. Sin conocer realidades y actitudes no se pueden corregir corrupciones o desvíos administrativos.

En esta etapa preelectoral cada grupo político lanza su candidato para intentar conseguir alguna cuota de poder: se multiplican los espontáneos aspirantes presidenciales, eso les asegura figurar en medios de comunicación. Quien busca dirigir un país no puede limitarse al mercadeo de votos, a financiar su propaganda, poniendo al elector a votar emotivamente por el que le ‘parece’ menos malo, sin meditar si tiene capacidad para mejorar la crisis que padecen y ofrecerle un futuro más promisorio a él y su familia. En las tres últimas elecciones se votó a favor o en contra del correísmo, triunfó el anti.

Un gobernante debe ser ejemplo de honorabilidad, sinceridad, desprendimiento, vocación de servicio, firmeza para tomar decisiones controvertidas y enfrentar la corrupción, estar convencido de que un pueblo corrupto es indigno de vivir en libertad, pero tampoco lo salva el despotismo.