Medardo Mora: Ingobernabilidad y liderazgo

Ecuador ha carecido los últimos años de un líder, el civismo se ha extraviado; las diferencias ideológicas son legítimas
Hay quienes afirman que el Ecuador es ingobernable, no comparto esa apreciación. Somos un país diverso geográfica, étnica y culturalmente, fragmentado políticamente en movimientos nacionales, provinciales, cantonales, reducidos a clubes electorales, alejados de ser portadores de planteamientos y aspiraciones de la sociedad. Si a eso se agrega intereses sociales facciosos, desigualdades económicas, se requiere de gobernantes con ideas claras de la compleja realidad nacional, que encuentren caminos que posibiliten construir un país con objetivos que se antepongan a visiones parciales o sesgadas de grupos de presión.
No es suficiente tener un diagnóstico acertado, se necesitan acciones que protejan el orden, que limiten desencuentros.
La democracia permite a través de diálogos llegar a consensos mayoritarios, eso demanda una hoja de ruta clara, metas definidas, fortalecer la democracia representativa, respetando atribuciones legales de cada función u organismo del Estado y que estos asuman sus responsabilidades sin desvíos o abusos; aquello exige liderazgo.
Un buen líder debe tener convicciones, ideales, valores, firmeza; ser convocante, sin prejuicios atávicos, con una visión que supere apreciaciones coyunturales, que conozca bien el tejido administrativo, que sea transparente, auténtico; que piense en el corto y largo plazo, que comprenda su primordial obligación, que es procurar el bienestar de todos, y no gobernar con y para su grupo de amigos y partidarios; que no sea demagogo, apareciendo dadivoso, entregando recursos públicos. Bajo esos parámetros generará credibilidad, confianza, apoyo ciudadano.
Un buen capitán conduce el barco certeramente, un mediocre lo hará zozobrar ante cualquier dificultad.
El Ecuador ha carecido los últimos años de un líder, el civismo se ha extraviado; las diferencias ideológicas son legítimas, pero si no hay un cambio en la forma de hacer política, sepultando odiosidades, revanchismos sociales, sectarismos, y logrando que haya más unidad y armonía social para edificar un país más estable, seguro y con mayor bienestar, se seguirá votando en contra de algo o alguien, y no por una propuesta convenga al país.