Medardo Mora: El mundo en guerra

Las primeras víctimas de una guerra son la verdad, la justicia, la vida
Sin temor a equívocos el ser humano es el más contradictorio y conflictivo de los seres vivientes, se aleja de su racionalidad y privilegia egos que desembocan en fanatismos, sobre todo en los ámbitos político o religioso, que han sido históricamente detonadores de guerras destructoras.
Se invoca la justicia social para captar el poder, pero se anteponen vanidades o intereses, o se lo utiliza para acuñar fortunas ilícitamente, olvidando su responsabilidad social.
En nombre de Dios se han cometido crímenes atroces, como el Tribunal de la Inquisición, creado por la Iglesia católica, dedicado a la persecución de herejes y disidentes religiosos. La prédica de Cristo de “amaos los unos a los otros” fue transformada en “odiaos los unos a los otros”. El fanatismo de los musulmanes es irracional, destruyen todo aquello consideran contrario a sus creencias.
Los esfuerzos hechos por la humanidad para lograr una convivencia pacífica en una democracia han sido demolidos por terroristas fanáticos. Se terminaron la I y II guerras mundiales el pasado siglo XX, pero se inició una guerra fría de las dos super potencias: EE. UU. y URSS. Actualmente, por ambiciones territoriales se desató una cruenta guerra de Rusia a Ucrania; ha rebrotado la interminable entre Israel y organizaciones terroristas como Hamás, Hizbulá, Talibanes, Isis; y existe expectativa de una conflagración entre China y Taiwán, que involucraría a otros países de esa región. Obviamente, EE. UU. y Rusia se alinearan con una u otra opción.
Las primeras víctimas de una guerra son la verdad, la justicia, la vida. El gasto en armamento es incalculable, se mata inocentes, se destrozan familias, se multiplican las migraciones. La antigua expresión de Hobbes: “el hombre es el lobo del hombre” es una indiscutible verdad. Gandhi sostenía: “el ojo por ojo dejará al mundo ciego”.
Las disputas políticas no son por ideales, tesis, se reducen a buscar poder. La paz debe ser el camino a seguir, las armas nucleares son una espada de Damocles que pende sobre la humanidad. La gestión diplomática de la ONU debe actualizarse de acuerdo a las realidades existentes.