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Medardo Mora: Se necesitan líderes formados

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La profunda y compleja crisis que vive el país demanda un liderazgo preparado, convocante, conocedor de la realidad social

En febrero 2025 habrá elecciones presidenciales. Sobran candidatos pero faltan líderes formados a través de una lucha por ideales, por tesis, por servicios relevantes hechos a la sociedad, preparados para asumir la dirección de un proyecto, que demuestren saben conducir un objetivo por un buen rumbo.

La profunda y compleja crisis que vive el país demanda un liderazgo preparado, convocante, conocedor de la realidad social; no se puede seguir improvisando personajes que buscan figurar sin meditar por qué razones pretenden que se vote por ellos, qué antecedentes tienen para merecer la confianza ciudadana. Desde el retorno a la democracia en 1979, existieron líderes como J. Roldós, O. Hurtado, L. Febres-Cordero, R. Borja, con quienes se podía coincidir o discrepar, tenían una carrera política forjada durante años, se prepararon para gobernar; en los actuales momentos puede destacarse la trayectoria de algunos dirigentes políticos que han combatido con firmeza y sin sinuosidades la corrupción y el autoritarismo del gobierno que presidió Rafael Correa, menciono a manera de ejemplo a los doctores Andrés Páez y César Montúfar.

No hay que confundir un líder que actúa apegado a la Constitución y las leyes, con un caudillo autócrata, populista, demagogo. Un líder es auténtico, frontal, sincero; el populista acomoda su posición a sus intereses o a su camarilla. El líder tiene convicciones sólidas y es coherente con ellas, el populista actúa según conveniencias. El líder piensa en el bien común, el populista en su clientela electoral. El líder combate las incorrecciones sin distinciones, el populista las acepta si benefician a él o a su grupo. El autócrata no tolera la libertad de expresión y reprime a sus opositores, el líder es tolerante con la crítica de adversarios. El líder respeta las garantías fundamentales de las personas, el autócrata las irrespeta. El líder prioriza fortalecer la institucionalidad, el autócrata antepone sus visiones personales. El líder dialoga, el autócrata impone.

El aumento del crimen organizado con poder económico exige líderes formados, con personalidad, enérgicos.