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Medardo Mora: Oscuridad electoral

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Pero si esa oscuridad desalienta y genera reproches, se tiene la esperanza de que pueda superarse en el corto o mediano plazo

El país sufre apagones que lo tienen a oscuras buena parte del día y la noche, situación molestosa e incómoda que provoca legítimas contrariedades. Es un problema que pudo evitarse de no mediar la negligencia, imprevisión e improvisación de los últimos gobiernos, que no hicieron nada o muy poco por prevenirlos, ignorando que la energía eléctrica es fundamental para el trabajo de todos.

Pero si esa oscuridad desalienta y genera reproches, se tiene la esperanza de que pueda superarse en el corto o mediano plazo; sin embargo, en el proceso electoral la oscuridad de un mejor futuro no ve una luz al final del túnel. Algunos candidatos pueden tener merecimientos pero ninguno genera la credibilidad, confianza y emoción que produce un verdadero líder cultivado por sus conocimientos y acciones de beneficio a la sociedad. No se ha escuchado a ningún candidato decidido a enfrentar los graves y complejos problemas del país, por lo que se votará por el menos malo o en contra del regreso del correísmo.

Algunos candidatos tienen el desgaste político de ser parte de gobiernos anteriores que no estuvieron a la altura de gobernar el Estado, mientras el Ecuador se hunde en un despeñadero irrefrenable, al extremo de que no es descabellado que existan propuestas de diferir las elecciones por lo menos un año y que los candidatos en unidad de acto debatan y acuerden cómo superar la angustiosa crisis que soporta la mayoría de habitantes, reflejadas en corrupción, inseguridad, impunidad, falta de empleo, malos servicios básicos, seguridad social al borde de colapsar, ausencia de objetivos nacionales, crisis fiscal, elevada deuda pública, falta de apoyo al sector productivo rural, carreteras en mal estado, déficit de viviendas, lo cual afecta a la mayoría de la población.

El cambio anhelado es de 180 grados, revertir una administración pública nacional y seccional que priorice atención ágil y eficiente al ciudadano y no abusar imponiéndole más tributos. Sustituir la actitud displicente de entidades y funcionarios por la de servicio a los usuarios; y no al revés: usuarios al servicio de caprichos y corruptelas de malos funcionarios.