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Medardo Mora | Pólit y el daño institucional a Contraloría

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Lo más grave: el daño institucional hecho a la Contraloría

El caso Carlos Pólit Faggioni declarado culpable en Estados Unidos por actos de corrupción cometidos en Ecuador pasará a la historia como uno de los mayores escándalos de robo de dineros públicos que han sido descubiertos en el país.

Es también demostrativo del cinismo que caracteriza a quienes con ilimitado descaro aparentan probidad y se enriquecen ilícitamente, pasean en carros de alta gama, viven en mansiones lujosas, realizan viajes dentro o fuera del país, frecuentan sitios caros, sin que sus ingresos conocidos justifiquen ese tren de vida fastuosa.

Ellos conocen muy bien la tolerancia de la sociedad, que ha perdido actualmente la buena costumbre de antaño que marginaba y/o despreciaba a quien encontraba sospechoso de enriquecerse deshonestamente, sin justificar su opulencia. Esa actitud sancionadora de la ciudadanía ha dejado de ser parte de las actuales reglas del trato social y está de moda la certera expresión de Enrique Santos Discépolo de hace 100 años, al escribir el tango Cambalache: cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón, da lo mismo ser honorable que estafador.

Lo más grave es el daño institucional hecho a la Contraloría General del Estado, al convertirla en una institución al servicio de intereses politiqueros, que protege pillerías a conmilitones políticos y que perseguía a funcionarios honorables que no forman parte del círculo del poder. Eso explica los halagos a Pólit de quienes gobernaban y lo nombraron para ese cargo.

Esa forma de proceder la continuó su sucesor, Pablo Celi, también sentenciado por la justicia ecuatoriana por actos de corrupción. Ambos actuaban con la colaboración de funcionarios de confianza suyos, los cuales deben ser prolijamente investigados, pues estaban confabulados para persecuciones o para presionar el pago de coimas y borrar glosas. A esa realidad responde que muchos pícaros paseen impunemente sus latrocinios.

Una entidad que debería ser ejemplo de rectitud ha sido convertida en un organismo negociante de culpabilidad o inocencia, de acuerdo a influencias políticas o al pago de coimas. Duro desafío del nuevo contralor para recuperar la credibilidad de Contraloría.