Medardo Mora Solórzano | Dilema e incertidumbre electoral
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El candidato Noboa está obligado a dejar su excesivo ego o autosuficiencia, con los que no ganará la elección
Los ecuatorianos tomarán el próximo 13 de abril una decisión política trascendental. No se trata de escoger entre dos candidatos que no llenan las expectativas ciudadanas, se escogerá entre un candidato que con todos sus errores e improvisaciones respeta la libertad, tanto individual como colectiva, y el derecho de propiedad; y otra candidata que por expresas declaraciones de su mentor R. Correa, demuestra ser partidaria de un régimen autoritario, conculcador de libertades, represivo, defensor de un partido político único, como en Cuba, Nicaragua y Venezuela.
La primera vuelta electoral refleja una polarización política con una paridad de votos. Ambos candidatos tienen el respaldo de sus organizaciones políticas, cuyo voto duro se estima en alrededor de un 30 %, a los que se suman los votos antigobierno en el caso de la candidata Luisa González, y el voto anticorreísta en el caso del candidato Daniel Noboa. Esta realidad les impone tener aperturas con sectores que podrían apoyarlos en segunda vuelta por la animadversión que provocan la una u otra tendencia.
El candidato Noboa está obligado a dejar su excesivo ego o autosuficiencia, con los que no ganará la elección. Admitir su triunfo depende de amplios sectores que no se sienten representados por ninguna de las candidaturas, pero que quieren seguir viviendo en libertad, por eso su principal responsabilidad es mantener el régimen democrático.
Ambos candidatos han llegado al tope del respaldo que pueden lograr; su crecimiento se dará por el apoyo que logren de los votantes ausentes que sufragan normalmente en segunda vuelta por el certificado de votación, de los votos nulos y blancos, cuyo porcentaje disminuye en segunda vuelta, y obviamente de los votantes de las otras candidaturas. Este conjunto de votantes, en mi opinión, se decantará en su mayoría por el candidato Noboa, al preferir la estabilidad y el deseo de tener un país más seguro, más estable, con menos desencuentros sociales y mayor bienestar compartido.
Este dilema electoral preocupa al país, frena sus actividades normales, ahuyenta inversiones, genera dudas y esa incertidumbre hay que superarla.