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Saber hacer

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Aquello demanda tener una amplia y clara visión de los distintos factores que inciden en la problemática existente

Hay una gran distancia entre lo que se dice verbalmente o por escrito con lo que es posible hacer. Una persona honesta y sincera es coherente entre lo que dice y hace. Largo y estéril es el árbol de las teorías, ancho y frondoso el de las acciones prácticas, lo afirmaba el afamado rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno.

 En la obra cumbre de la literatura universal, Miguel de Cervantes acierta al incorporar la dualidad de las dos actitudes de los seres humanos. La una, la persona idealista, soñadora, generosa, desprendida, que privilegia el deber ser, los anhelos espirituales, su dignidad, sus principios, el luchador inclaudicable para que imperen la justicia, la verdad, la honestidad, el amor bien entendido; el que desafía entuertos, incomprensiones, convencionalismos sociales; el que da la razón a quien la tiene como medio para construir una convivencia y paz duradera. Ese personaje que aspira a vivir en una sociedad donde se respeten y protejan derechos de todos, está representado por el hidalgo Don. Quijote, cuya esencia de pensamiento es hacer y no decir, y hacerlo de una manera transparente y correcta. Junto a él camina Sancho, el hombre bonachón, algo ingenuo, que no se complica, que acepta inequidades o desencuentros sociales, limita sus esfuerzos a superar dificultades de la vida diaria; hace solo lo que le es necesario para supervivir.

En la actual campaña electoral candidatos y ciudadanos conocen qué hay que hacer, por eso se ofrece combatir la inseguridad, el desempleo, la pobreza, la desnutrición infantil, la corrupción que ha corroído la sociedad en sus entrañas, pero no precisan cómo erradicarán esos males sociales.

Quien sepa hacerlo demostrará habilidad, destreza, conocimientos, y eso hay que valorarlo, pero el desafío es hacerlo bien. Aquello demanda tener una amplia y clara visión de los distintos factores que inciden en la problemática existente, conocer la interrelación entre aspectos sociales, económicos, políticos, éticos y administrativos, que posibiliten enderezar el caos institucional en el que se encuentra sumergido el país.