Brasil polarizado

La radicalización de posturas políticas conspira contra la posibilidad de una unidad latinoamericana y caribeña por objetivos de interés común, que faciliten un desarrollo sustentable de la región y lograr mayores niveles de bienestar
Como sucede en toda América Latina, Brasil, el país más grande de la región, está políticamente polarizado, eso quedó muy claro con la última elección presidencial en que el ganador triunfó con un porcentaje inferior al 2 % del total de votos válidos, sin contar las abstenciones que reflejan ese grupo de ciudadanos que se resistió a votar a favor de una u otra opción.
Además del estrecho margen de votos favorables que obtuvo el triunfador, deberá enfrentar una mayoría legislativa de oposición, lo que lo obligará a tener un prudente manejo institucional, que le permita un mínimo de gobernabilidad, lo cual pondrá a prueba el espíritu democrático del nuevo gobierno y su habilidad para sortear obstáculos que se le irán presentando en el camino. En ese ámbito, el nuevo presidente tiene experiencia y el antecedente que en sus anteriores gobiernos respetó las reglas de la democracia, en la que son esenciales el respeto a la libertad individual, la independencia de poderes, la libertad de expresión, garantizar los derechos humanos. Sin duda, Lula no representa una izquierda populista como la liderada por Chávez en Venezuela ni una postura dogmática y radical.
La radicalización de posturas políticas conspira contra la posibilidad de unidad latinoamericana y caribeña por objetivos de interés común, que faciliten un desarrollo sustentable de la región y lograr mayores niveles de bienestar. A esa creciente confrontación política regional se une la influencia de regímenes de países como China, Rusia y aliados, cuyos gobiernos apuestan a la tesis de un partido único, conculcan libertades, aunque a diferencia de lo que sucedía en la guerra fría, donde el Estado y el grupo que gobernaba gozaban de todo tipo de privilegios y excluían al resto de ciudadanos, actualmente en esos países se acepta la libertad de emprendimiento existiendo altos niveles de corrupción, lo cual también sucede en democracias débiles que no tienen una administración de justicia y organismos de control confiables, aparte de pugnas de grupos políticos que anteponen sus visiones o intereses personales a los del conjunto de la población.