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Violencia e intolerancia política

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Han quedado relegadas propuestas que busquen unir esfuerzos e ideas para edificar un mejor país. 

América Latina vive momentos de violencia producto de la radicalización de posiciones políticas facciosas, que no responden como antaño a ideologías o doctrinas. La confrontación no es por tesis contrapuestas, se reduce a las ambiciones de grupos, “ven la viga en el ojo ajeno y no en el propio”. Ya no se vota por un buen candidato sino por el menos malo, con el agravante de que la falta de transparencia ha elevado la mentira a la categoría de discurso político; en ese escenario la delincuencia sigue avanzando.

La vanidad y ambición los hace ignorar que un buen líder es un buen equipo de gobierno.

Han quedado relegadas propuestas que busquen unir esfuerzos e ideas para edificar un mejor país. Las posibilidades de diálogo, esencia de una democracia, están fracturadas. Eso aleja el encontrar coincidencias de interés nacional. No se trata de renunciar a creencias o ideales, es construir caminos para lograr estabilidad democrática, seguridad, bienestar social.

Lo sucedido en Brasil con la toma violenta de edificios de los poderes del Estado, las incontrolables manifestaciones populares en Perú, donde se irrespetan impúdicamente reglas de una democracia sustentada en la seguridad jurídica; los procesos penales que tienen en prisión a líderes de la oposición en Bolivia; la repudiable represión a opositores en Venezuela y Nicaragua, están convirtiendo la democracia en América Latina en un ‘ring’ donde los combatientes solo persiguen el logro de sus intereses.

La antigua tesis de Hegel, “la democracia se sustenta en la tolerancia sin celos ni egoísmos” está archivada en el olvido.

La obnubilación por controlar parcelas de poder afecta la gobernabilidad; la manipulación de la justicia despedaza todo vestigio de división de poderes; la ciudadanía percibe que no hay sinceridad en lo que se dice o hace; hay pérdida de credibilidad y/o confianza en los gobernantes, limitados a buscar lánguidos logros y a mantenerse en el poder. Poco importa la situación de amplios sectores que viven apremiantes necesidades para subsistir, eso explica la furia con la que reaccionan, sin miedo alguno, al no tener nada que perder.