Modesto Apolo: Daniel, entre legitimidad y gobernabilidad

El reto de Noboa será gobernar un país fracturado, bajo el acecho de una oposición que busca volver al poder
A pesar del presidente Daniel Noboa haber logrado consolidar una victoria en un contexto marcado por la inseguridad, deberá enfrentar una Asamblea Nacional dominada en un 47 % por asambleístas correístas, interesados en bloquear cualquier iniciativa del Ejecutivo, sobre todo tratándose de leyes claves para el gobierno. Tal como lo hicieron con Guillermo Lasso.
A esto se suma la descomposición del sistema judicial y la infiltración del crimen organizado en diversas esferas del Estado.
Aunque durante su presidencia de transición se dieron pasos importantes, como la declaratoria de conflicto armado interno y la ofensiva estatal contra los grupos narcoterroristas, estos logros podrían verse boicoteados desde la Asamblea.
En este contexto, el presidente Noboa necesita desplegar una estrategia política integral, que permita la gobernabilidad construida desde consensos, incluso con sectores críticos. Noboa debe buscar aliados fuera del correísmo, incluyendo asambleístas independientes, minoritarios o críticos de la línea dura correísta.
Daniel Noboa requiere conformar una ‘mayoría funcional’ que respalde las reformas más urgentes. Requiere fortalecer los canales de comunicación y exponer con claridad los obstáculos impuestos por los opositores, convirtiendo así a la opinión pública en un factor de presión legítima.
Las consultas populares o referendos, a más de ser un recurso válido, legitiman su accionar, siempre que sean realizados antes del desgaste, en los primeros dos meses del inicio de su nuevo periodo.
Es imprescindible fortalecer la independencia del sistema de justicia, y continuar con la depuración de operadores judiciales y fiscales vinculados a redes de corrupción y narcopolítica.
El reto de Noboa será gobernar un país fracturado, bajo el acecho de una oposición que busca volver al poder y preservar sus espacios de impunidad y poder.
El éxito de su administración dependerá de su capacidad para combinar pragmatismo político con visión estratégica y mantener una relación cercana con la ciudadanía, que al final, será la verdadera garante de la gobernabilidad.