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Modesto Apolo: La democracia del caudillo

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La cuestión es, ¿queremos más de lo mismo?

En la América Latina del siglo XIX surgió la figura del caudillo en el ámbito político, cuyo origen lo tenemos luego de las guerras independentistas, las cuales generaron un vacío de poder y una frágil institucionalidad. Si bien se procuró adoptar el sistema político democrático, este en la práctica resultó ser más esnobismo que realidad, ya que quienes detentaban el poder procuraban para sí el dominio absoluto.

En Ecuador, bajo la ficción de democracia, salvo honrosas excepciones, hemos venido siendo gobernados por caudillos o caricaturas de estos, desde Juan José Flores, pasando por Eloy Alfaro, José María Velasco Ibarra, Rafael Correa, entre otros de igual o inferior monta, personajes que sumaban a las filas de sus partidos a los caciques de las diversas poblaciones del mapa nacional, quienes a cambio de los votos necesarios eran premiados con la cuota de poder sobre dichos territorios.

Las bases del caudillismo son fomentar el individualismo en la población, romper la conciencia comunitaria y debilitar la institucionalidad. Así las cosas, los partidos o movimientos políticos son del caudillo y el caudillo es el partido o movimiento político. Las elecciones, en la política, se convierten en una suerte de concurso de simpatía, baratillo de ofertas o quién es el más ‘berraco’. Es por eso que poco o nada sabemos o conocemos a los que integran la lista como candidatos a la Asamblea o a alguna otra dignidad; si lo puso el caudillo por algo ha de ser.

Por el contrario, la democracia se fundamenta en la institucionalidad de los partidos políticos, en los cuales sus miembros hacen verdadera carrera política, partiendo desde autoridades seccionales, hasta llegar a las más altas posiciones, gracias a la confianza de sus colegas y de las comunidades que se ven representadas en el partido.

Luego de un pequeño análisis de las diferencias conceptuales y prácticas entre la democracia y el caudillismo en el ámbito político, debemos concluir que en Ecuador hemos venido eligiendo caudillos y no demócratas para que nos gobiernen. La cuestión es, ¿queremos más de lo mismo?