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La fiesta irrepetible

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"La realidad es que la miseria económica y humana que responde a nuestra “nueva realidad” no es tan nueva".

La nueva realidad de los ecuatorianos es que dejamos de ser pobres para ser miserables, dejamos de ser el imaginario Jaguar económico para ser el gato callejero que día a día, de puerta en puerta, trata de sobrevivir.

La realidad es que la miseria económica y humana que responde a nuestra “nueva realidad” no es tan nueva, se fue construyendo de a poco, distraídos por la cantidad de dinero que tenía el Estado con el fondo de estabilización petrolera, el diferencial de precio del petróleo y el sobreendeudamiento agresivo; montos inimaginables que permitieron a la Familia de la Revolución Ciudadana, FaRC, como diría Alberto Dahik, convertirse en nuevos multimillonarios gracias a contrataciones de obras de pésima calidad con sobreprecios, al estilo “Made in China”, sus socios, prestamistas y chulqueros del país.

La fiesta de los millones de la Familia de la Revolución Ciudadana fue como un tren bala a toda velocidad, en el que luego del abuso desenfrenado, escándalos y atraco a las arcas fiscales, se vieron obligados a cambiar al maquinista “Correa”, a quien nadie soportaba y conducía el tren por inercia, ya que poca energía le quedaba y sus defectos se hacían evidentes.  Así, Lasso acapara el voto anticorreísta, gana las elecciones, pero lo desbanca Moreno por el conteo amañado, y con silla propia llega así, sobre ruedas, a la presidencia.

Los 4 años de Moreno son el resultado de la inercia del latrocinio y corrupción del tren bala conducido por Correa y su pandilla. La lentitud inercial hace ver el pasado como mejor, cuando la realidad es que la situación social, económica, de inseguridad y miseria actual es el resultado del correísmo desde el 2008 a la fecha, porque correísmo y morenismo resultaron ser lo mismo. Los primeros se comieron el banquete, los segundos carroñaron los restos.

Las circunstancias políticas son similares a las del 2006, donde el país estaba cansado de los políticos y sus partidos, esperando una cara nueva, joven, que le imprima dignidad al quehacer político, como si fuera la medicina para quitarnos la resaca que nos dejó la fiesta irrepetible.