Adoctrinamiento político

La vía adecuada es la educación, porque con ella construimos progreso y bienestar
Mientras que la educación apuesta a aportar los conocimientos para que la persona gane autonomía a partir del desarrollo de su propio juicio, el adoctrinamiento busca anular la crítica del sujeto y que este repita la información que se le suministra.
Al pensar en los tipos de adoctrinamiento, luego del religioso, el primero que nos viene a la mente es el adoctrinamiento político, mediante el cual las diferentes doctrinas políticas conformarían el conjunto de ideales, valores y formas de pensar y de vivir que un determinado grupo trataría de imponer sobre el resto.
El adoctrinamiento es fundamental en la práctica política de partidos o movimientos totalitarios. Frente a quienes consideren opositores, generarán un iracundo sentimiento de rivalidad y enemistad, echándole la culpa a sus detractores, incluso la de los errores propios, para lo cual utilizan a las redes sociales como herramientas.
Los máximos exponentes los encontramos en las ideologías totalitarias surgidas en la primera mitad del siglo XX, como son el nacionalsocialismo o el comunismo, y en la actualidad con el socialismo del siglo XXI, nacido del Foro de Sao Paulo
Este tipo de movimientos van mucho más allá de la política, haciendo de la doctrina toda una forma de vida. Países como: Corea del Norte, donde se mantiene un culto al líder supremo que raya en lo divino y se controlan absolutamente todas las facetas de la vida de los ciudadanos, restringiendo al máximo sus libertades individuales; y en América Latina, el caso de Cuba y el culto a Fidel Castro; Venezuela y el culto a Chávez, mantenido por su acólito Maduro; y en Ecuador el culto a la figura del prófugo Rafael Correa. Son ejemplos de adoctrinamiento político. Así las cosas, sabemos que esa no es la vía a tomar, ni la solución a elegir. La vía adecuada es la educación, porque con ella construimos progreso y bienestar. Hay que rechazar de plano el adoctrinamiento, porque con él vienen la sumisión, la pérdida de la libertad de acción, de opinión y de conciencia. El resultado: pueblos miserables y oprimidos. Eso es lo que nos jugamos el 20 de agosto.