A su casa

La pregunta que debemos hacernos es: ¿cuándo los mandamos a j... a su casa?
La Asamblea desde hace mucho tiempo es vergüenza pública por la calidad de una mayoría de ‘representantes’ que evidencian las falencias de conocimientos elementales en la escolaridad y de razonamiento lógico, no se diga criterio jurídico; porque solo bastan las órdenes del caudillo del partido, quien exige a sus subordinados obediencia irrestricta, ya que ese es el precio por tener el ‘privilegio’ de que lo llamen “honorable”, recibir paga por hablar y hacer pendejadas, convirtiendo a la Legislatura en el circo del complot, ignorancia y descaro.
La razón del fenómeno antes descrito la encontramos: primero, en el interés particular del caudillo del partido o movimiento, independientemente del fraude electoral y complicidad de las autoridades correspondientes; la mediocridad ciudadana que considera que nada se puede hacer, tal cual la teoría de Hannah Arendt: “la banalidad del mal”, la cual luego de presenciar el juicio del criminal nazi Eichmann dedujo que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que se pertenecen, sin reflexionar sobre sus actos, sin importar las consecuencias de estos, ya que lo importante es la obediencia a las órdenes. Solo así podremos comprender, no justificar, la creación y vigencia de leyes prodelincuenciales que permiten a jueces corruptos otorgar la libertad condicionada a sentenciados, a prófugos corruptos gozar de lo mal habido y a golpistas, vía amnistía, seguir conspirando.
Recordemos que grave conmoción interna es la imposibilidad del control del orden público, siendo necesaria la aplicación de medidas excepcionales para precautelar los derechos de las personas. Si la definición le suena conocida es gracias a la labor de la Asamblea y sus acólitos, dedicados en su mayoría a desestabilizar burda y descaradamente estos dos años al gobierno del presidente Guillermo Lasso, en los cuales con paros, levantamientos, juicios políticos o bajo cualquier supuesto, vienen con burdo descaro jugando al golpismo, sin razón, fundamento legal, ni éxito.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿cuándo los mandamos a j... a su casa?