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Nada que decir o no decir nada

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El descaro de la oposición no conoce límites al confundir democracia con dictadura parlamentaria, como los acostumbró el prófugo en Bélgica

La semana pasada causaba revuelo en la Asamblea la instrucción de no comparecer al llamado de los asambleístas, dada por el presidente Guillermo Lasso a sus ministros encargados del tema de la seguridad. Indignación causaba en la oposición tal disposición, olvidando que cuando fueron gobierno, su “Mashi” tomó similar resolución con ciertas comisiones de la Asamblea y con los medios de comunicación independientes, cuando reventó contra ellos el escándalo de corrupción y de los Panama Papers y Odebrecht.

El descaro de la oposición no conoce límites al confundir democracia con dictadura parlamentaria, como los acostumbró el prófugo en Bélgica. Esa oposición que, desde el día 1 del presente gobierno, confundió oposición con sedición contra el Ejecutivo, con el objetivo evidente de derrocarlo.

Con estupor veía en un noticiero, como uno de los integrantes de la oposición manifestaba con desparpajo: “es que si el presidente no deja comparecer a sus ministros, es que no tienen nada que decir”. No sé si la desesperación de ver como Nielsen Arias en EE.UU. destapa en contra de su “líder” más actos de corrupción, le obnubila la razón; ¿o es que dicho asambleísta ignora la diferencia entre no tener nada que decir y no tener que decir nada? La primera hace referencia a desconocimiento, ignorancia; (de lo que ha hecho derroche la actual Asamblea); la segunda hace referencia a la inconveniencia de decir lo que se sabe, (presumo, de eso saben, cuando pretenden distraer la atención del pueblo para ocultar la corrupción por la venta petrolera a Petrochina).

La instrucción dada por el presidente Lasso, por tema de seguridad, está más que justificada, ya que la Asamblea en este año ha demostrado estar infestada por la narcopolítica y ser simpatizante con la delincuencia, al oponerse a legislar en contra de esta; pero legisla en contra de las fuerzas del orden y de la seguridad ciudadana. Esa, señores, es la razón y justificación para que los ministros encargados de la seguridad no deban decir nada, ya que de hacerlo se perdería el factor sorpresa en la lucha contra la inseguridad.