Estado dual o fallido

Así lo evidencia la situación de los países donde impera el socialismo del siglo XXI
Mucho se ha especulado acerca de si el Ecuador es un Estado fallido. Para dilucidar aquello debemos tener presentes los elementos que nos permitan determinar si se reúnen los requisitos de un Estado fallido, y estos son: a) Fracaso social, político y económico. b) Gobierno débil o ineficaz, con poco control sobre su territorio; servicios básicos insatisfechos. c) Niveles altos de corrupción y criminalidad. d) Refugiados y desplazados.
Superficialmente, pareciera que el Ecuador lo es; mas, analizando a profundidad para determinar la responsabilidad de que se den tales elementos, si es la incompetencia del gobernante o el sabotaje de la oposición, el sabotaje instrumentado desde la narcopolítica tiene un rol preponderante en la última década y media, ya que viene gobernando desde la Asamblea, creando las condiciones requeridas para que reinen la inseguridad, la impunidad, el caos económico y social, generalizando así la miseria, ahuyentando la inversión, la generación de empleo; potenciando las necesidades, el descontento, exacerbando el resentimiento social.
La situación se agrava al limitar el uso de la fuerza a la Policía y FF. AA., asegurándole al delincuente la indefensión de la víctima de la agresión, el ciudadano.
Al contar la delincuencia organizada con el favor de una justicia cómplice, resulta en la práctica ser el poder tras el poder, camuflado en la ineptitud supuesta de un gobierno al que, a propósito, lo hacen ver ineficiente e inepto.
Los responsables de la percepción ciudadana del Estado incompetente, fallido, son la delincuencia organizada y sus asalariados, los narcopolíticos, que pretenden captar el Ejecutivo, consolidar su poder para volver a hacer lo que ya hicieron: enriquecerse, y esta vez perpetuarse en el poder. Esos que pretenden acabar con la dolarización vía convertibilidad para quedarse con los dólares del pueblo y entregarles a cambio dinero virtual, inservible en el extranjero. Ellos son los beneficiarios del caos, la inseguridad y la impunidad en este Estado dual.
Así lo evidencia la situación de los países donde impera el socialismo del siglo XXI.