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La guerra es guerra

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Nicolás Maquiavelo desarrolló la teoría de lo que denominaba “guerra limitada”, que se da cuando el diálogo fracasa y la guerra se convierte en una extensión de la política

La inseguridad que tiene agobiada a la sociedad ecuatoriana no solo es noticia a nivel nacional, lo es también a nivel internacional y sus consecuencias repercuten en la economía, no únicamente por el cierre de negocios ante la extorsión mal denominada vacuna, sino porque muchos países recomiendan a sus nacionales no visitar Ecuador y de manera especial Guayaquil, advirtiéndoles que de decidir visitarlo deben tomar un seguro, y dicho seguro no cubre siniestros que se generen en zonas calificadas como peligrosas o ‘rojas’.

Entrevistadas las cabezas de los carteles delincuenciales, estos justifican las matanzas al interno de las cárceles o en las calles, a que están en guerra.

Nicolás Maquiavelo desarrolló la teoría de lo que denominaba “guerra limitada”, que se da cuando el diálogo fracasa y la guerra se convierte en una extensión de la política.

Analizando la situación actual de inseguridad, bajo el asedio de la denominada guerra de los carteles en el Ecuador, sumado al accionar sobreproteccionista y de impunidad de los grupos de oposición de la Asamblea en lo referente a la denominada narcopolítica y la poca o ninguna capacidad de acción y/o reacción del gobierno central, podríamos concluir que esta, mal llamada guerra se ha convertido “convenientemente” para la narcopolítica y la corrupción en instrumento de presión y/o extorsión en contra del Ejecutivo.

Lo que vivimos en el Ecuador es una masacre, porque hasta en la guerra tradicional se deben cumplir normas mínimas, como por ejemplo la prohibición de atacar a la población civil. En el caso que nos ocupa, las víctimas de las extorsiones y asesinatos son justamente la población civil y los privados de libertad inconvenientes dentro de las investigaciones por delitos de corrupción.

Si estamos “enfrentando una guerra no declarada”, para ser nuevamente una isla de paz, el Estado debe actuar acorde a las circunstancias, tal como lo hicieron en su época el presidente León Febres-Cordero y el gobernador Jaime Nebot, combatiendo a Alfaro Vive Carajo y grupos delincuenciales, ya que al fin y al cabo, guerra es guerra.