Modesto Gerardo Apolo: El voto zombi

La democracia se desvanece, reemplazada por un régimen que se nutre de la ignorancia y la desesperación
Cuando la pasión nubla la razón, en el laberinto de la política electoral ciertas sociedades sucumben a la irracionalidad, entregándose a pasiones oscuras como el odio y el rencor, que son caldo de cultivo en sociedades con disparidades lacerantes. Ejemplos los tenemos en la Nicaragua de Daniel Ortega, la Venezuela de Chávez y Maduro; la Cuba de los Castro y lo que fue la Argentina de los Kirchner.
La estética superficial de un candidato, su mera fisonomía, se erige en ocasiones como criterio decisivo, eclipsando la sustancia, como sucedió en el Ecuador del 2006 con Rafael Correa.
A este caldo de cultivo se suma el populismo, una feria de promesas vacías que inflan derechos y minimizan obligaciones, con pinceladas de impunidad. Ofertas de beneficios sin sustento financiero. Políticos vinculados a la delincuencia organizada, como el Latin King alias ‘el Ruso’, seducen a votantes en un acto de autodestrucción colectiva, como el Socialismo del Siglo XXI y la denominada Revolución Ciudadana, en Ecuador RC5, el correísmo.
El resultado es una sociedad zombi, como la venezolana, nicaragüense, cubana, por dar unos pocos ejemplos de ciudadanos hambrientos y explotados, presa de gobiernos corruptos, fraudulentamente perpetuados en el tiempo.
La incompetencia y el abuso de poder se enquistan, devorando el tejido social. La democracia se desvanece, reemplazada por un régimen que se nutre de la ignorancia y la desesperación.
Este fenómeno, lejos de ser aislado, se replica en diversos contextos. La manipulación de masas, la desinformación y el clientelismo político son armas poderosas en manos de quienes ansían el poder, a cualquier costo. Ej.: el pacto entre Leonidas Iza y la candidata correísta Luisa González, que pone a esta de rodillas ante las exigencias de la Conaie.
Es imperativo que el periodismo ilumine estas sombras, que revele los hilos ocultos que mueven los hilos del poder. La ciudadanía debe despertar del letargo, exigir transparencia y responsabilidad a sus líderes. Solo así se podrá evitar el suicidio colectivo que amenaza con convertirnos en una sociedad de zombis.