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Legitimidad

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La doctrina política y la lógica sostienen que la democracia se sustenta en el voto mayoritario de la población, que debe respeto al sistema y programa de gobierno presentado por el ganador, quien posesionado ejerce la función Ejecutiva.

Recientemente este diario publicaba las declaraciones de Iza, representante de la Conaie quien manifestaba: “El Gobierno nacional no tiene legitimidad de preguntar nada”.

Al respecto cabe precisar que dentro de un sistema democrático se entiende que se goza de legitimidad cuando ha sido hecho o ejecutado de acuerdo con la ley o el derecho.

El diccionario de Oxford define a la democracia como el sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho de este a elegir y controlar a sus gobernantes, derecho que se ejerce a través del sufragio, saliendo electo quien obtuvo la mayoría de los votos válidos.

Incluido el 1,1 millón de población indígena, no todos representados por la Conaie, el Ecuador posee 17’888.474 habitantes, de los cuales 13’574.570 habitantes fueron los electores. Lasso llega a la presidencia con el 52,41 % de los votos válidos, develando que más de la mitad de los votantes se identificó con sus propuestas o se pronunció en contra de las propuestas planteadas por la revolución ciudadana. Sea cual fuere la razón, la realidad es que el 52,41 % de los votantes pusieron a Lasso en el Ejecutivo.

La Función Ejecutiva está integrada por la Presidencia y Vicepresidencia de la República, los ministerios de Estado, etc., instituciones necesarias para cumplir en el ámbito de su competencia las atribuciones de rectoría, planificación, ejecución y evaluación de las políticas públicas nacionales.

La doctrina política y la lógica sostienen que la democracia se sustenta en el voto mayoritario de la población, que debe respeto al sistema y programa de gobierno presentado por el ganador, quien posesionado ejerce la función Ejecutiva. Dicho principio es destrozado cuando la Conaie pretende imponer a la mayoría ciudadana sus caprichos y modelo de gestión, manejándose al borde de la legalidad, generando en la población la percepción de terrorismo callejero, secuestrada por una minoría cuyo vocero carece de legitimidad para imponer su voluntad y capricho a una mayoría a la que no representa. Así que señor Iza, usted no es quién para hablar de legitimidad.