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El León Becerra de Guayaquil

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Las instituciones sin fines de lucro no renuncian a recibir el pago por sus servicios, sino ¿cómo pagarles a sus trabajadores, y proveedores, o los servicios básicos?

No se cumplen 116 años todos los días, existen pocas instituciones que han logrado dicha existencia. Tal hecho cobra mayor realce cuando se trata de una institución de salud sin fin de lucro, cuya motivación, el servicio a la comunidad, es asumida y compartida por trabajadores y directores. Ese es el caso del Hospital de Niños León Becerra de Guayaquil, institución por la que pasaron los profesionales más destacados de la medicina, haciendo honor al juramento hipocrático y no como resulta con los ministros de Salud en los gobiernos de turno, quienes al llegar al poder lo cambian de hipocrático a hipócrita, porque la salud pasa a segundo plano, ya que la retórica política tiene la prioridad.

Las instituciones sin fines de lucro no renuncian a recibir el pago por sus servicios, sino ¿cómo pagarles a sus trabajadores, y proveedores, o los servicios básicos? Pues el personal del León Becerra de Guayaquil no puede cobrar su remuneración ya cinco meses, no porque la Directiva o la Administración no quiera pagarles, es que no puede pagar gracias a la abultada deuda que el Estado y sus instituciones tienen para con el León Becerra de Guayaquil, al que se lo llena de elogios, como el caso de los realizados por el vicepresidente de la República cuando lo visitó y se comprometió a utilizarlo, ya que como manifestaba: “es un lindo hospital, pequeño, completo pero que le faltan pacientes y existen pacientes que no tienen camas en los hospitales públicos…”. Gracias por los elogios señor vicepresidente, los merecen, pero lo que necesitan de manera emergente es que cumplan con el pago para dar solución a los problemas económicos de esos héroes anónimos, los trabajadores del hospital, quienes no dejan de cumplir su trabajo, convertido por el Estado en una suerte de voluntariado, ante la falta de pago por el Gobierno.

Dormirse en los laureles por un proceso exitoso de vacunación es vano cuando se asfixia económicamente a quienes son sus mayores aliados estratégicos en la salud; como el caso del Hospital de Niños León Becerra de Guayaquil. Ahórrense el discurso y páguenles ya.