No les creo

Curioso resulta que en muchos movimientos aliados al correísmo hayan pretendido en la campaña pasada abanderar la lucha contra la corrupción
Si realizamos un análisis retrospectivo sobre la política nacional podremos evidenciar que una es la realidad desde inicios del siglo XX al 2006, período en el cual primaban los partidos políticos cuya característica caudillista era manejar al partido según su conveniencia y voluntad; así, ellos, los candidatos presidenciales y las dignidades de segundo orden eran ocupadas por personajes leales o serviles al caudillo. Bajo tales características, durante siglo y medio, entre partidos y movimientos eran más menos 12.
Con el triunfo de Rafael Correa en las elecciones del 2006, la política sale de los cánones tradicionales, y a raíz del 2008 proliferaron movimientos regionales, los que en coalición con el movimiento de Correa, sortearon las limitaciones del gasto electoral aliándose con los caciques de las poblaciones, parroquias urbanas y/o rurales, o con los ‘patrones’ de ‘ciertas organizaciones’ como las FARC. Actualmente hay 276 partidos y movimientos nacionales, provinciales, cantonales y parroquiales.
Esa es la razón del mercantilismo electoral, al poder ser ‘rentados’ por caudillos, caciques y/o ‘patrones’, tratándose de organizaciones del crimen organizado. De ahí que en la campaña recientemente pasada haya habido 12 atentados criminales en sectores calificados como de operación de organizaciones delictiva,; y que muchos de los candidatos desconocieran las competencias de los cargos a los que optaban y ofrecieran más de la cuenta.
Curioso resulta que en muchos de los movimientos aliados al correísmo, sus candidatos hayan pretendido en la campaña pasada abanderar la lucha contra la corrupción, cuando los miembros de dichos movimientos, en la Asamblea, han sido los que bloquearon la generación de leyes que permitan recuperar lo robado, combatir la delincuencia y reforzar a las instituciones de seguridad interna y externa para casos de vandalismo y desestabilización de la democracia; peor aún, cuando algunos de sus líderes, prófugos, en la cárcel o con sustitutivas, no han devuelto ni medio centavo de lo mal habido. Por lo dicho, a ellos no les creo.