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¿Para quiénes trabajan?

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La sentencia contra el cabo Segundo Olmedo evidencia la degradación de los sistemas de justicia y del Legislativo

El cabo segundo de Policía Santiago Olmedo fue sentenciado a 13 años por haberse “extralimitado en el uso de la fuerza”, según sus juzgadores. El policía Santiago Olmedo abatió en Riobamba a dos personas involucradas en un asalto a mano armada contra un menor de edad, donde el cabo segundo de policía, Santiago Olmedo, intervino para proteger y defender a dicho menor.

El inciso primero del art. 163 de la Constitución. Manifiesta: “La Policía Nacional es una institución estatal de carácter civil, armada, técnica, jerarquizada, disciplinada, profesional y altamente especializada, cuya misión es atender la seguridad ciudadana y el orden público, y proteger el libre ejercicio de los derechos y la seguridad de las personas dentro del territorio nacional”.

La sentencia contra el cabo Segundo Olmedo evidencia la degradación de los sistemas de justicia y del Legislativo, legislatura que violando la misión constitucional de la Policía, (atender la seguridad ciudadana), crea leyes proimpunidad del delincuente y restrictivas para la Policía, allanando el camino a jueces que incurren en apología del delito, al juzgar y condenar a quien honró su deber de procurar la seguridad ciudadana.

Tales actuaciones evidencian la inseguridad jurídica en una sociedad secuestrada y degradada por el terror de la delincuencia rampante, con el beneplácito del Legislativo y Judicial.

El art. 127 de la Constitución manifiesta: “Las asambleístas y los asambleístas ejercerán una función pública al servicio del país, actuarán con sentido nacional, serán responsables políticamente ante la sociedad de sus acciones u omisiones en el cumplimiento de sus deberes y atribuciones, y estarán obligados a rendir cuentas a sus mandantes”. Partiendo de la ficción de que el mandante es el pueblo, la Asamblea, mayoritariamente, traiciona al pueblo, supuesto mandante, al actuar en contra de la seguridad ciudadana, en favor de la delincuencia nacional e internacional. Bajo tales circunstancias, el sentido común, que es el menos común de los sentidos, nos lleva a cuestionarnos; y estos, ¿para quiénes trabajan?