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Representantes o enemigos públicos

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Ese es el más claro ejemplo de lo manifestado en líneas anteriores, por lo cual cabe preguntarse: ¿la Asamblea es representante del pueblo o su enemiga pública?

“No avanzamos... en estas condiciones es mejor cerrar esta Asamblea, porque la Asamblea no está aportando a lo que el pueblo ecuatoriano necesita allá afuera, trabajo, producción, reformas y seguridad”. En esos términos el hoy exasambleísta César Rohon, puso una vez más en el tablero de la discusión el rol que la Asamblea ha desempeñado en los últimos 15 años.

El deterioro de la calidad de integrantes en la Asamblea, salvo honrosas excepciones, es notorio; sus actuaciones en contra de la gobernabilidad y de legislar para la seguridad ciudadana han sido reprochables, sus resultados repudiables e indignantes.

Cómo olvidar hechos bochornosos como aquellos realizados por los asambleístas de la época correísta denominados “borregos levanta manos”, los que permitieron llevar adelante la dictadura de Correa a través del Parlamento, porque les pagaban por obedecer los caprichos del Ejecutivo de aquel entonces, lo que les valió el remoquete de “alza manos”.

La realidad es que legislaron en favor de la delincuencia, dando paso a la impunidad del delincuente, en desmedro de sus víctimas, la ciudadanía honesta.

Lo paradójico es que al igual que el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, se denominan representantes del pueblo, pero en su accionar solo representan a sus intereses partidistas, los intereses del cacique que los cobija, protege y a los suyos propios. Sus actuaciones no tienen una motivación cívica, sino político partidista; lo importante es llegar y mantenerse en el poder, así el costo sea la anarquía, la inseguridad, sin importar que el resultado sea dejar a la sociedad en manos de la delincuencia organizada e institucionalizada, como en ciertos casos en la justicia y órganos de control.

Amnistiaron a más de 200 involucrados en los actos vandálicos, delincuenciales, golpistas de octubre de 2019; los argumentos esgrimidos para tal efecto, constituyen una verdadera apología del delito. Ese es el más claro ejemplo de lo manifestado en líneas anteriores, por lo cual cabe preguntarse: ¿la Asamblea es representante del pueblo o su enemiga pública?