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Mónica Cassanello: Apague una luz

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Ojalá los gobiernos, nacional y/o seccionales, la academia, los gremios, promuevan una campaña de ahorro de electricidad

Antes en Guayaquil no existía la cultura del café. Nadie se citaba para tomarse una taza. Parecía ilógico beber algo caliente en una ciudad donde nos ahogamos de calor casi todo el tiempo. Pero apareció una cafetería que vendía dulces para acompañar la bebida y que hoy es una exitosa cadena con locales en varias ciudades del país. Aunque aquello ocurrió hace menos de tres décadas, hoy las cafeterías se han multiplicado y forman parte de nuestra vida diaria. Creamos el hábito y ha calado tan profundo que es ya una costumbre irreversible. Por lo tanto, sí somos capaces de incorporar nuevas prácticas como sociedad.

En Ecuador nos hace falta cambiar muchas rutinas y usanzas negativas que parecen estar fijadas en el ADN nacional, como la viveza criolla o la impuntualidad, pero lograr una transformación es cuestión de decisión y perseverancia, y si queremos lograrlo como colectividad, de liderazgo, de uno fuerte, que encabece el esfuerzo y nos motive a todos a seguirlo.

Atravesamos una crisis energética que está afectando todavía más a nuestra debilitada economía: por falta de luz los negocios dejan de hacer ventas, las fábricas no pueden producir ni los profesionales prestar sus servicios. La cotidianidad está restringida. Las últimas vivencias que hemos tenido como país nos están obligando a encarar los problemas con una nueva actitud: afán por solucionarlos. Durante demasiado tiempo hemos permanecido inertes, dejando pasar irregularidades, sapadas, negligencias, pero hemos empezado a reaccionar, a decir basta. Los resultados de la consulta son muestra de ello. Nos toca entonces exigir con fuerza que las autoridades cumplan su labor. Y hacer nosotros lo que está a nuestro alcance.

Ojalá los gobiernos, nacional y/o seccionales, la academia, los gremios, promuevan una campaña de ahorro de electricidad, como se hacía en el pasado (“el que más apaga, menos paga”), inculcando en la población hábitos de consumo, sencillos pero efectivos, que ayuden a paliar la emergencia, que además beneficiarán al medioambiente y que nos irán entrenando en cómo aprender a ser mejores ciudadanos, más responsables y conscientes del poder de la unión de los esfuerzos individuales para lograr resultados. No podemos permitirnos ningún desperdicio. Después de leerme, apague una luz.