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Impávidos

Avatar del Mónica Cassanello

Como si no viviésemos en el trópico, en un país costero, en una ciudad al pie del Guayas, en una zona peligrosamente inundable…’.

“La industrialización del siglo XX llevó al hacinamiento, la contaminación y al calentamiento global debido al “efecto invernadero”. En el año 2022…”. Así comienza en Wikipedia la descripción de Cuando el destino nos alcance, una película de 1973 que cuenta la historia de una humanidad que lleva una vida miserable, dominada por élites que le proveen un alimento procesado, el único disponible debido a la hambruna generada por la sobrepoblación y la devastación del planeta, en el que mares y suelos contaminados, calor insoportable y escasez de agua han convertido la supervivencia en una pesadilla. ¿Otra coincidencia de la ficción sobre nuestro futuro, como el libro de 1981 que hablaba sobre un virus Wuhan-400 en el año 2020 (Dean R. Koontz)? Más allá de cualquier profecía, la situación catastrófica del mundo es inocultable y una realidad hoy. El destino nos está alcanzando y continuamos impávidos.

El calor insoportable en Grecia e Italia, los incendios incontenibles en Argelia, California, la Amazonía y Siberia. Las inundaciones en Alemania, Bélgica y China…

Ecuador es parte del planeta. No hay una reacción contundente en los países más avanzados, ni siquiera ante el pavoroso anuncio de la ONU de que las consecuencias del cambio climático son irreversibles, ni pese a que las noticias confirman a diario que los eventos naturales son cada vez más extremos y frecuentes. Tal vez en el primer mundo haya un poco de conciencia al respecto, pero aquí hemos cerrado los ojos ante el deshielo de nuestros nevados, ante la descontrolada deforestación, la contaminación de las fuentes de agua por la minería informal, la sedimentación de los ríos. Es inentendible tanta inconsciencia y quemeimportismo. Como si no viviésemos en el trópico, en un país costero, en una ciudad al pie del Guayas, en una zona peligrosamente inundable… Ya sabemos lo que se siente enfrentar una catástrofe inminente. La pandemia nos lo enseñó con horror. Frente a un apocalipsis planetario no habrá donde confinarse, ni medidas de bioseguridad que nos protejan. No habrá donde esconderse.