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Mónica Cassanello: ‘Kendryficar’ es un camino

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En un Ecuador abrumado por extorsiones, narcotráfico y pobreza, ha pasado casi inadvertido que más de 60.000 estudiantes han desertado

Una voz en ‘off’ dice en un video de TikTok: “Esta es la historia de Kendry Páez, la joya que los ingleses se llevaron del Ecuador…”. Y empieza a contar cómo se destacó por su talento. “Pero había un problema -continúa contando-, no tenía cómo ir a entrenar. Hasta que apareció Independiente del Valle… Le ofrecieron fútbol, alojamiento, estudio y comida…”. Lo que sigue ya lo sabemos. Se irá al Chelsea, equipo inglés, igual destino que el de Moisés Caicedo. Con un oro olímpico en halterofilia, también se ha destacado Neisi Dajomes. Y Richard Carapaz es nuestra estrella mundial del ciclismo. Todos con historias admirables, de sacrificio, de ideales, pese a las carencias familiares y a la dureza del entorno en donde crecieron. De las diferentes regiones del país, con muy pocos recursos, han surgido las joyas del Ecuador. La mayoría por su propio esfuerzo y el de sus padres, e incluso de sus entrenadores. Y unos muy pocos afortunados, por el apoyo de instituciones que los han descubierto.

En un Ecuador abrumado por extorsiones, secuestros, narcotráfico, drogadicción y pobreza, ha pasado casi inadvertido que más de 60.000 estudiantes han desertado del sistema educativo. Ocupados en elegir presidente, asqueados por las jugarretas e inventiva de los políticos y del sistema de ‘justicia’, y sobreviviendo sin empleo y con pésima atención en salud, no alcanzamos a dimensionar el grave problema de que muchísimos niños y adolescentes ecuatorianos estén creciendo sin educación. Su futuro más probable será la delincuencia, el microtráfico y el consumo de droga.

Independientemente de quién gane las elecciones y de la importancia que dé a la educación, el número de escuelas que construya, los cambios que haga en el pénsum… el grado de daño de nuestra sociedad es tal que no podemos quedarnos tranquilos ante ello. Nos ha llegado la hora de actuar, desde lo privado, a cada uno (individuos y empresas), buscando un modo de dar a esos niños y jóvenes la oportunidad de un buen futuro, como le pasó a Kendry. No nos desentendamos de ellos.

Apoyemos a las fundaciones que pueden y saben cómo darles alojamiento, estudio, comida y la práctica del deporte que los apasione. Allí hay un camino.