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Mónica Cassanello: Antes de que sea tarde

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También la sociedad debe cuestionarse y participar organizada y decididamente, como lo hizo en estas votaciones

¿Por qué 5’046.220 ecuatorianos (44,4% de quienes votaron) se decidieron por la opción que no resultó ganadora en esta segunda vuelta? Si se habla de una base fiel de un 30% entre seguidores dogmáticos y una burocracia leal, entonces casi un 15 % tuvo otras razones. Es decir, 1’636.612 personas querían un cambio a su situación actual.

¿Cuántos ecuatorianos viven en las zonas más peligrosas de las ciudades más asoladas por la violencia? ¿Cuántos han tenido que cerrar sus negocios o emprendimientos por las extorsiones o tienen que pagar vacunas a diario para entrar y salir de sus casas? ¿Cuántos están desempleados? ¿Cuántos tienen familiares que han muerto o enfermado gravemente por no recibir atención o medicamentos en hospitales públicos? ¿Cuántos no pueden realizar un trámite, una negociación o hacer un viaje urgente por la corrupción y fallas en los servicios públicos o de emisión de documentos? ¿Cuántos han perdido seres queridos por la violencia y la delincuencia? ¿Cuántos han crecido con un adoctrinamiento silencioso que por ya casi dos décadas ha inculcado (a través de textos escolares) la ideología del Foro de Sao Paulo? ¿Por qué esta cantidad de ecuatorianos optó por la propuesta que la mayoría de la población rechazó por considerarla antidemocrática, divisoria, totalitaria, coartadora de libertades? ¿Para cuántos la desesperación por las condiciones en que viven es tan grande que bien valía la pena jugarse la suerte a ver qué pasaba?

Hacia allá debe mirar el Gobierno, manteniendo la cercanía con los ciudadanos, la presencia en territorio, y la aceleración y efectividad en su gestión, que sin duda marcaron la diferencia durante la campaña por segunda vuelta. También la sociedad debe cuestionarse y participar organizada y decididamente, como lo hizo en estas votaciones. Las universidades, profesores, estudiantes, empresarios, trabajadores, jubilados, jefes de hogar y cada habitante de este país, tenemos hoy, más que nunca, la obligación de presentar propuestas concretas, hacer oír nuestra voz como mandantes y movilizarnos, como lo acabamos de hacer, para que todas las funciones del Estado acaten la voluntad ciudadana y conduzcan al país por el rumbo de paz y desarrollo que queremos, antes de que sea tarde.