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Eso es lo primero

Avatar del Mónica Cassanello

Aspiro a que en este año que hoy arranca, quien resulte electo en febrero realmente transforme a la ciudad

Con optimismo, y pese a lo que históricamente ha ocurrido con las alcaldías de Guayaquil, aspiro a que en este año que hoy arranca, quien resulte electo en febrero -sea quien está ahora a la cabeza del Municipio o un nuevo personaje que se estrene en la función pública o al menos en el cargo- realmente transforme a la ciudad.

El cambio climático que otra vez se ha evidenciado con una tormenta gigante en Estados Unidos y con el sofocante calor que estamos soportando aquí, nos afectará principalmente con las inundaciones que se darán cuando suba el nivel del mar. Por ello, resulta urgente el dragado de ríos, la reforestación de las riberas de toda la cuenca del Guayas e incluso trabajar en la permeabilidad de los suelos.

Por confort térmico, también será imprescindible incrementar notablemente el número de áreas verdes, pero no calculando los 10 m² por habitante, considerando al gran parque Samanes o a los bosques y manglares que aún quedan en los alrededores de la ciudad, sino espacios públicos a los que la población pueda acceder a no más de 200 metros de distancia, lo cual incluye plazas, plazoletas, peatonales, además de parques más pequeños, distribuidos por todos los puntos cardinales. Esto contribuirá de igual forma a mejorar la calidad del aire, pues los árboles, a la vez que dan sombra y protegen del sol al peatón, oxigenan el ambiente; y alentaría a más personas a hacer ciertos recorridos a pie, si se dota a la ciudad de corredores verdes. Pero para eso habría que ensanchar las veredas, lo cual sí es posible, al menos en avenidas o calles amplias, como Machala, Quito, Boyacá, 9 de Octubre, Francisco de Orellana, dejando espacio para una ciclosenda, asignando un carril exclusivo para el transporte público y por lo menos uno o dos para la circulación de vehículos particulares.

Sin embargo, nada, nada de esta ruta hacia la transformación podrá iniciarse si primero no se diseña un sistema de transporte público masivo eficiente, cómodo, seguro y conectado con otros medios de movilidad, que alienten al ciudadano a preferirlo antes que recurrir a su automóvil para desplazarse, lo que a su vez disminuiría la masa de vehículos circulantes. Esta es la pieza inicial para el cambio.