Buen lejos

Desde el cerro de El Morro no es posible notar el descontrol y el desorden, tampoco percibir el olor a fritura. Salinas se ve hermoso. ¡Qué pena que solo sea un buen lejos!
Tenía dos años sin visitarla. No me gusta ir a la playa cuando sé que el sol no se va a aparecer para nada, pero decidí ir para dar gusto a mis hijos, que habían hecho planes con sus amigos para el pasado feriado.
Nos recibió con el adoquinado de un corto tramo del ingreso, al pie de la iglesia de San Lorenzo, y ese adorno de la calle nos hizo suponer que habría mejoras, pero a medida que continuamos el recorrido por el malecón esa ilusión se fue desvaneciendo.
Como estaba nublado y hacía frío, optamos por ir a La Chocolatera. La naturaleza no nos decepcionó. Inmensas olas reventaban sin cesar contra la roca, mojando a quienes se ubicaban al pie del Soplador. Desde el mirador vimos una ballena en el horizonte y del otro lado, unos cuantos lobos marinos. Pero fue triste descubrir que la cabaña abierta de doble altura de la playa de la FAE, donde los visitantes podían protegerse del sol, conversar y disfrutar del paisaje y las maromas de los surfistas, está destruida.
Al caer la noche, ya en el departamento, nos sorprendió el estruendo de un carro que llevaba el maletero abierto y allí un equipo de sonido y sus parlantes a todo volumen. El reguetón sonaba tan alto que debe haberse escuchado varias cuadras alrededor y el suplicio del ruido se repetía cada vez que el carro daba la vuelta completa a malecón y cuando pasaba por la segunda calle. Un vigilante de tránsito lo miraba impávido sin hacerle la menor observación. Creí que el escándalo se limitaría a la noche y la madrugada, pero al día siguiente, a las 8:30 de la mañana, otro carro se parqueó a unas tres cuadras de distancia, con música a todo volumen y sus ocupantes se bajaron a bailar en la calle. Un lugareño me comentó que esa “bulla era normal en los feriados”. Hay gente bebiendo en los portales y calles, y caminantes borrachos y alboroto a todas horas. ¿Qué más habrá...?
Pero además del escándalo y el relajo, flota en el ambiente un olor a rancio, noche y día, que habla de descuido en la limpieza de la ciudad.
Desde el cerro de El Morro no es posible notar el descontrol y el desorden, tampoco percibir el olor a fritura. Salinas se ve hermoso. ¡Qué pena que solo sea un buen lejos!