Otra tragedia en Guayaquil

Hasta que la plaga llegó. A los humanos nos atacó el covid, a ellos la cochinilla.
La avenida San Jorge, o del Periodista, que conduce hacia el Policentro y San Marino, no siempre estuvo ‘reventada’ por tráfico. No existían las largas columnas de buses que hoy la vuelven intransitable, ni tenía negocios, oficinas, consultorios, fondas, restaurantes en la proporción que ahora vemos, ni la abrumadora cantidad de letreros que contaminan visualmente la vía. La San Jorge era la arteria principal de una ciudadela residencial que tuvo el privilegio de contar con el primer centro comercial de Guayaquil, y al mismo tiempo con una clínica, un parque de buen tamaño (aunque en sus inicios era solo un terreno con monte), un parterre central con frondosos árboles y una iglesia. Casi todo aquello ha cambiado. Los únicos que permanecieron inmutables con el paso del tiempo fueron los grandes árboles del parterre central, que por su altura y majestuosidad se asemejaban a los de las llanuras africanas. Hasta que la plaga llegó. A los humanos nos atacó el covid, a ellos la cochinilla.
Tristemente, una gran cantidad de árboles están agonizando, y se sumarán pronto a los que han muerto -en todos los sectores de la ciudad- en los últimos cuatro años, sin que los guayaquileños reaccionemos, por inconsciencia o por quemeimportismo, sin medir la inmensa tragedia que esta pérdida significa.
Están muriendo en Puerto Azul, en Miraflores, en Urdesa, en la Av. Kennedy, en Santa Cecilia, en la vía a Daule, en La Alborada, en Samanes, en La Pradera, en el parque Forestal. Secos y sin hojas, negruzcos y con ramas quebradizas, varios de ellos centenarios o con algunas décadas de existencia, no resistirán mucho tiempo más si no se emprenden acciones urgentes.
Guayaquil está muy por debajo del índice de verdor urbano idóneo, aunque hayan querido convencernos de lo contrario, y ese déficit se potenciará inimaginablemente si el Municipio, junto con las fundaciones de preservación del medioambiente, y también toda la comunidad, no actuamos diligentemente ante esta emergencia, rescatando y curando a los árboles enfermos y protegiendo a los que aún están sanos.
Pero sobre todo, es indispensable que en la actual Alcaldía no se repita la actitud indolente de la anterior ante este desastre.