Hacia una ciudad más verde
'El Cerro Blanco y la isla Santay son los pulmones de aire puro de la ciudad'
Bajo el título “Cambio de palmeras por árboles nativos en varios sitios de la urbe”, un reportaje de El Universo del 17 de febrero recoge la voz de alguien que trató de descansar en la banca de un parterre de la calle Portete, quejándose de no poder hacerlo “porque las grandes palmeras sembradas allí no lo protegían del día soleado”, para sustentar la intención de la alcaldesa Cynthia Viteri de sustituir las palmeras de varios sitios de Guayaquil, según ella misma anunció, por árboles nativos, para lo cual destinará $ 8 millones. Las especies que se sembrarán serían Fernán Sánchez, roble, caoba, Tecoma y otros árboles introducidos que se han adaptado al ambiente de la ciudad, como guayacanes amarillos y rosados, y olivos negros. Pero las altas palmeras, hermosas, se han adaptado perfectamente a la ciudad, igual que las grandes ceibas, y son parte de su paisaje urbano, como las de la Av. Olmedo, frente al Club de la Unión; las del Malecón 2000, las que están al pie o en las cercanías del cerro del Carmen. Arrancarlas de los sitios donde se alzan airosas sería un crimen contra natura, contra la belleza de la urbe. Pero tan importante como la arborización urbana, o más aún, es el mantenimiento de ese gran pulmón de la ciudad: el Cerro Blanco, un área natural de 6.978 hectáreas de bosque protector que se sitúa como un inmenso parche de verdor ahora en época de lluvias, el límite natural entre la vía a la costa y Monte Sinaí, hoy en peligro de que pase por ahí una posible ruta que enlazaría la vía Perimetral con el futuro aeropuerto, incluyendo dos túneles en el cerro, obra que está siendo analizada por la Autoridad Aeroportuaria local y que de hacérsela sería fatal para el medio ambiente del cerro, ya bastante golpeado por la incursión de cazadores, la invasión de tierras y la minería ilegal. El bosque atrae a unos 5.000 visitantes que acampan, comparten reuniones o caminan para conocer su biodiversidad de 700 especies de plantas, 240 de aves, 54 mamíferos y 30 de reptiles y anfibios. Ese patrimonio y riqueza natural es obligación del Municipio protegerlo sobre cualquier otra consideración. El Cerro Blanco y la isla Santay son los pulmones de aire puro de la ciudad, algo que muy pocas grandes ciudades del mundo han logrado conservar, y tienen que ser resguardados a toda costa.