Muerte, por serpiente, y otras
¡Ah destino adverso!, cebándote siempre en los mejores, en los que más prometen
Esteban Ortiz Prado, médico salubrista de la Universidad de Las Américas, publicó en la revista científica ScienceDirect una investigación de los problemas causados por falta de producción nacional de suero antiofídico, usado para neutralizar mordeduras de serpientes venenosas, que antes producía el Instituto Nacional de Higiene de Guayaquil y que ahora se importa de Costa Rica, a raíz de que este importante centro nacional productor de vacunas fuera suprimido, al parecer “a humo de pajas”, por un gobierno anterior, y que el actual presidente se demora en evaluar y restituir. Alrededor de 1.600 personas al año, en zonas rurales o cercanas al campo, son mordidas por serpientes en Costa y Amazonía, y hay siempre un porcentaje que muere no obstante haberles inyectado el suero antiofídico, porque el importado no tiene la efectividad que tenía el elaborado en el país. La misma publicación señala que esto se debe a que la serpiente de nuestra Amazonía digiere en su alimentación sobre todo un sapo de esa región que hace que el veneno de la serpiente sea un tanto diferente en sus efectos, no obstante tratarse de la misma familia Viperidae. El Instituto de Higiene era el único en el país que elaboraba vacunas individuales a base del esputo cuando estábamos con laringitis y casi no se oía lo que hablábamos, cosa que suele ser frecuente en profesores de colegios y universidades, y así tenían que venir desde cualquier parte del país, mantener el compuesto en refrigeración y hacérselo poner durante unos cuantos días, con la seguridad de que no volverían a sufrir de faringitis o laringitis el resto de sus días. Quizá en esta época de coronavirus habríamos estado en posibilidad de producir nuestra propia vacuna, como hizo Cuba. Talento ha sobrado siempre en el país, aunque nos falte creer en nosotros mismos, y respetarnos. A nuestro máximo velocista, Álex Quiñónez, la estupidez de un tribunal deportivo lo excluyó de la cita en Tokio por no haber explicado debidamente su ausencia a un control antidopaje, regresando a Guayaquil, donde junto al cantante urbano Jojairo Arcalla, fue asesinado. Quizá premonitoriamente dijo: “En Ecuador tu vida vale menos que una botella de whisky”. ¡Ah destino adverso!, cebándote siempre en los mejores, en los que más prometen.