Paúl Palacios: Cincuenta años del Liceo Naval
A cincuenta años de ofrecer educación secundaria de altísima calidad, el ARE Liceo Naval sigue cumpliendo un papel de formador
En los años sesenta, dos brillantes oficiales de la Armada del Ecuador, el vicealmirante Sergio Vázquez y el contralmirante Carlos Cabezas, evaluaron la necesidad de que la Marina cuente con un centro de educación media del más alto nivel. El propósito era formar a los jóvenes que luego integrarían la Escuela Superior Naval como su semillero, educar a una élite intelectual que se convierta en agente de cambio en la sociedad civil y ser contrapeso de formación académica con el instituto que el Ejército ya tenía muchos años atrás.
El Liceo Naval se estructuró siguiendo algunos lineamientos de su similar de Chile, en cuya armada muchos de nuestros marinos recibieron formación profesional.
Así, mediante Decreto No. 589-A, del 20 de octubre de 1970, en el gobierno del presidente Velasco Ibarra, se creó el colegio, y en 1973 inició formalmente su actividad educativa.
El Liceo tenía un muy exigente examen de ingreso y la obligación de que los padres integren el proceso de educación de sus hijos. Nunca se convirtió en un plantel de élite social, y jamás hubo alguna forma de preferencia o discriminación por la procedencia de cada joven. Tuve compañeros hijos de altos oficiales de la Armada, y eran tratados con el mismo rigor, como cualquiera. De hecho, cuando alguno debió repetir un año o ser separado, se lo hizo sin ninguna forma de contemplación.
Además de una carga académica muy fuerte, se contaba con horas obligatorias de deportes dirigidos por entrenadores de alto nivel, así como instrucción militar, cuyo propósito era educar a los jóvenes en los conocimientos básicos que les permitan ser oficiales de reserva en situaciones de emergencia nacional. En el conflicto de 1995, algunos de los egresados, oficiales por entonces, cumplieron importantes acciones que contribuyeron a la victoria militar del Cenepa.
Mi gratitud por seis años de instrucción que, junto a la formación de hogar, han sido la base de mi desarrollo como persona y profesional.
Cincuenta años después, el Liceo Naval sigue siendo “fragua de hombres nuevos que señalan a la Patria su destino en las rutas del mar”.