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Paúl Palacios: El fanatismo

Avatar del Paúl Palacios

El fanático político es la base sobre la cual se estructuran los gobiernos autoritarios

A diferencia de otros comportamientos que surgen de un nuevo entorno de tecnología y comunicaciones, el fanatismo es un comportamiento antiguo, originado desde la transformación social que se produce en la conversión del nómada al sedentario. En ese momento se estructuran con fortaleza los clanes, los comportamientos políticos y en consecuencia las religiones como regímenes normativos, en el comportamiento individual y gregario.

No nos vamos a referir hoy, por el momento, al fanatismo religioso, sino al fanatismo político; a esa clase de conducta que enceguece y condiciona el pensamiento y actuar del esclavo dogmático.

El fanático político es aquel al que se referiría Steven Pinker como quien valora más el poder de la creencia por sobre la evidencia y la razón. A un fanático político se le puede presentar la evidencia incontrovertible sobre el robo sistemático que su líder o sus adláteres han irrogado a los fondos públicos, pero se negará a aceptarlo, argumentando que es una calumnia urdida. Cuando el fanático por casualidad descubre con alguno de sus sentidos la evidencia, entrará en controversia con sus otros sentidos, buscando alguna justificación como ‘que se ha hecho por un fin superior’, sumergido en lo que se llama sesgo de confirmación. Cuando le es imposible negar la evidencia, se aferrará al ‘honroso empate’, argumentando que ‘todos hacen lo mismo’.

El fanático político busca mimetizar su amor pasional como valor cívico, confundiendo el carisma de su líder con un matrimonio con el bien común. He visto casos donde un actor político trata a cierto grupo étnico como útiles lavadores de urinarios, y los integrantes del grupo étnico lo idolatran; o mujeres que dicen encarnar los valores feministas, aferradas ardorosas a aquellos a quienes se les han hecho públicos sus maltratos físicos al sexo femenino, justificándolos como conductas provocadas por mujeres con ánimos de figuración.

¿Pero cómo librarnos del fanatismo? No es fácil, sin embargo, el espinoso y peligroso camino de dejar en evidencia a los falsos mesías, de alguna manera ayuda a quitar las lagañas de los fanáticos a ultranza.