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Paúl Palacios | Julio César

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En la política como en el cortejo, solo se muestran las virtudes

Meditando sobre el momento en que vive el país, encuentro que hay pocos en nuestra historia tan delicados como el actual. Hemos tenido guerras internas y externas, azotes de la naturaleza e instantes de anarquía, pero en todos los casos fueron eventos circunscritos en un espacio geográfico, o donde los actores tenían móviles ideológicos o intereses conciliables. El momento de inseguridad que vive el país, de deterioro institucional, de desconfianza de la población hacia todo, y lo que es peor, de carencia de un sentido de largo plazo, no creo que se ha vivido antes.

En medio de este torbellino, me viene a la memoria Julio César, quién fue, qué hizo por Roma y cómo lo hizo. Antes de él, unas pocas generaciones y decenios antes, Roma era simplemente un conjunto de tribus bárbaras asentadas en las inmediaciones del Tíber. A pesar de la evolución social y política, al llegar al siglo I a. C., Roma estaba a punto de explotar por la rapiña de los grupos de interés de ese instante.

No eran diferentes de ahora los defectos del ser humano: codicia, corrupción y desde luego el narcisismo de sus líderes. De él dijo Plutarco que “era capaz de renunciar al odio, si la ocasión lo exigía”. Varias eran sus virtudes: estudiaba con mucho cuidado los problemas, y lideraba su solución metiéndose personalmente a encararlos. De ahí la adoración de sus tropas. Comía lo que sus soldados comían, y dormía en las tiendas de campaña del frente, no en la retaguardia. Era muy prudente al hablar, contaba Suetonio, bajo la premisa de que ofrecer una palabra era sentar un compromiso. Era prudente con el vino, pues sabía que el vino libera la incontinencia de la lengua. Fue capaz de no darle tregua al enemigo de Roma, siendo más considerado con sus oponentes políticos, para quienes siempre tenía una alternativa a la oposición.

Julio César llegó al poder de Roma en el momento preciso en que sus virtudes eran imprescindibles para restaurar el orden y la prosperidad, y se fue de la mano del puñal de Bruto en el momento en que sus defectos eran intolerables para Roma.

¿Será que alguien en Ecuador aprende de Julio César?