Paúl Palacios | En nombre de Dios

Cuando la supervivencia de alguien depende de la desaparición de otro, cualquier posibilidad de razonamiento es liquidada por la fuerza bruta
Hace pocos años escritores como Yuval Harari, Peter Diamandis e incluso alguno menos optimista como Michael Sandel coincidían en que el mundo se encaminaba hacia una primavera de relativa paz, bienestar y progreso. Luego vino la pandemia del COVID-19 que remeció al mundo, y después una serie de eventos, donde el más fresco es el brutal ataque de la organización terrorista Hamás a la población israelí adyacente a la franja de Gaza.
Hordas de milicianos burlaron las medidas de seguridad, irrumpieron en una concentración de jóvenes que asistían a un concierto musical, matando a todos los que pudieron. Al mismo tiempo extendían su horror a poblaciones civiles y kibutz, segando a quien aparecía en frente, sean niños, mujeres o ancianos. No contentos con asesinar, se llevaron raptadas a cuantas personas pudieron, dejando detrás de sí dolor y desolación.
Los escritores mencionados basaban sus previsiones en la creencia de que los costos de causar daño eran de tal naturaleza, que se podía prever acciones aisladas de fanáticos, pero no de organizaciones estructuradas. No se pensaba que algún grupo se atrevería a exponer su existencia irrogando un daño cuya represalia sería devastadora. Se equivocaron, la actitud antropofágica de organizaciones como Hamás, Hizbulah, al Qaeda y otras las hace capaces de inmolar al pueblo que dicen defender con tal de destruir a quien se oponga a la esencia de su fanatismo cavernícola: su interpretación del mandato de Dios, su Dios.
Basados en su interpretación del Corán, y a veces en la lectura de la letra muerta del mismo, Hamás pregona la destrucción de cualquier cosa que no sea islamista y desde luego la eliminación del Estado de Israel.
No existe término medio, espacio de negociación, oportunidad de acuerdos, no, es la muerte de los judíos y de Israel, aunque sacrifiquen al dolido pueblo palestino, al que dicen representar.
La represalia será devastadora, porque su mensaje es que uno de los dos debe morir.
Qué lástima comprobar que hay más distancia entre tal hombre y tal hombre, que entre tal hombre y tal bestia. Todo en nombre de Dios.