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Paúl E. Palacios | Agenda ciudad

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Las instituciones públicas, el sector privado y la sociedad civil en Guayaquil, necesitan construir una agenda ciudad

Estamos viviendo horas complejas en el país, ya sea por la situación energética, ya sea por la seguridad, o por la economía.

Si el lector revisa nuestros problemas de país, está en nuestras manos darles solución a la gran mayoría .

Guayaquil ha sido siempre motor y luz para el país, y tras 27 años de administración de Febres-Cordero y Nebot, la ciudad ha ido perdiendo espacio y vocería nacional.

Acostumbrada la ciudad a un liderazgo fuerte, los cambios políticos han ido dispersando los esfuerzos de los distintos sectores para remar en una sola dirección.

Guayaquil cuenta con un enorme potencial de instituciones para construir una agenda que establezca al menos 10 objetivos sobre los cuales exista un consenso claro. Es indispensable que definamos un rumbo en seguridad pública, salud, educación, alimentación humanitaria, energía, puertos y logística, manejo de riesgos, competitividad, etc. Esos objetivos deben ser discutidos y alcanzar metas y tiempos de cumplimiento.

Es vital un liderazgo que no imponga, pero que sea capaz de aglutinar, invitar sin afanes de notoriedad ni propósitos políticos, a sumar. La ciudad, quizá la provincia, necesita pronto una agenda para los próximos 30 años, una agenda donde no se discutan más los objetivos, y cada administración pública reme hacia ellos, pero donde el sector productivo y la sociedad civil, empujen la barca.

Hoy cada actor hace lo que puede desde donde puede, sin tener conciencia de que la cooperación puede lograr mayor potencia colectiva.

¿La agenda ciudad es un propósito egoísta respecto del país? De ninguna manera, el efecto que ocurre cuando una ciudad o región avanza en su competitividad y calidad de vida, es arrastrar al resto del país en la dirección del progreso, por competencia o por vinculación productiva.

No es un liderazgo impositivo el que se necesita para construir una agenda de razonable consenso, sino un liderazgo capaz de renunciar a los egos y a las vanidades. La ciudad y la provincia tienen el capital humano y las instituciones para lograrlo, pero además la tierra fértil que provocan las crisis para lograr cambios.