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Paul E. Palacios | Una antes de la final

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No es la raza, la posición geográfica,... , quienes definen la prosperidad, son las instituciones prevalecientes

Hemos recorrido los argumentos tradicionales que pretenden explicarnos el subdesarrollo, evidenciándolos como equivocados. Ni la posición geográfica, ni la abundancia o carencia de recursos naturales, ni la religión, ni la idiosincrasia, raza o acervo cultural, son definitivos para condenarnos. Hay múltiples ejemplos en cualquier dirección que los descartan, pero hay abundancia de evidencia respecto del marco institucional que rodea la prosperidad.

Fueron las instituciones implantadas en las colonias sobre el río Grande las que las hicieron despegar, y otras las que nos empantanaron en la pobreza.

No fueron los españoles quienes las desarrollaron, fueron sus hijos mestizos; de una vez para sacarnos de encima la bota que nos impusimos.

Son las instituciones las que han llevado a China; la China de Deng Xiaoping, las que la han vuelto una potencia económica, no las instituciones de Mao Zedong, que creaban pobreza. Pero cuidado, y ellos lo saben, mientras ese país no haga reformas políticas profundas, se impone una vara difícil de saltar.

Son las instituciones las que hicieron florecer a Israel en unos pocos años.

No es el embargo comercial quien somete a Cuba a la pobreza, aunque se rasguen las vestiduras quienes lo sostienen; son las instituciones prevalecientes que no han sido exitosas en ningún lugar donde las han probado, las que seguirán condenando a su pueblo.

Fueron las instituciones las que catapultaron a Inglaterra en la Primera Revolución industrial, y otras instituciones las que hicieron prevalecer el orden feudal, ‘la segunda servidumbre’, en países de la Europa Oriental. Y la lista es larga, muy larga.

Las instituciones, buenas o malas, generan incentivos en la población. Las personas no son tontas, pueden tener poca educación en muchos casos, pero no son tontas, y reaccionan a los incentivos. Esos incentivos son los que generan los pactos sociales necesarios para estructurar la prosperidad, pero también los incentivos perversos que generan los ambientes de pobreza. Revisemos entonces qué instituciones han generado prosperidad.

Hasta la siguiente columna.